Opinión - Fajín de esparto

OPINIÓN: “¡Que llueva, que llueva, la Virgen de las Cuevas….!” – ‘Fajín de esparto’

¡Qué
de recuerdos me trae esta canción popular con la que jugaba con mi hermana o
mis primos ante un charco y ante los gritos de mi madre y mis tías por mojarnos
en esa infancia de los ochenta! Y cuando la recitábamos siempre pensaba lo
mismo: nosotros mojándonos y la virgen sequita en su casa, en la cueva…

Está
muy de moda eso de lo vintage, parece
que ir a la EGB y haber nacido o disfrutado los 80´s es la leche. Los que ahora
están en el momento de su plenitud vital, en lugar de encarar con optimismo la
etapa decisiva de su vida, se afanan por agarrarse al dicho de …cualquier tiempo pasado fue mejor. Pues
nada, si los ochenta fueron la panacea tuve suerte entonces. El esparto de mi
fajín tiene ya casi 35 primaveras y por tanto aún conserva algunos recuerdos de
esas Semanas Santas de carreras oficiales con luces de neón en escaparates, mezcla
de olores de un pescaíto frito junto
al clavo del horno centenario que sigue haciendo roscos y un palco de
autoridades más propio del atrezzo
navideño de un rey mago de segunda clase. Semanas santas con olor a lentisco,
de horarios nocturnos, del berraquerismo en su máximo apogeo, de anchuras que
hoy vemos desmesuradas en los atuendos marianos, de un boom de nuevas cofradías que desde el retorno de la democracia
comenzaban a configurar la realidad cofradiera que hoy disfrutamos,…. Semanas
santas que dieron una generación cofrade formada, comprometida y que ha sabido
inculcar lo cofrade a las generaciones venideras.

En
definitiva, Semanas Santas diferentes, ni mejores ni peores, frutos de su
tiempo y de las personas que la hicieron posible, un periodo añorado por
muchos, borrado de sus mentes por otros. Diferentes, pero con algunas imágenes
que se reproducen año a año aunque hayan ya pasado varias décadas. Y otras que
retornan a nuestras mentes cuando la lluvia, la dichosa lluvia, hace acto de
presencia. En la retina de ese niño de los ochenta se quedaron grabadas algunas
mojadas históricas, como la que años
después acabó en hermanamiento entre Misericordia o Soledad; o alguna acaecida
en Domingo de Ramos o Viernes Santo. Plásticos, cartones de los capirotes
desmoronados en la basura, lágrimas, histeria,… ¿Os suena?

Claro
que suena. El clima primaveral de nuestra tierra es impredecible. Si el
calendario litúrgico celebrara la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo
en agosto la lluvia, quizás, no fuera protagonista. Pero en marzo o abril su
presencia es casi inevitable. Pero, osado aquel que no admita que teniendo
responsabilidad de gobierno en una hermandad no haya visto un halo de luz y
esperanza en un cielo encapotado.

Cuando
estás en la acera es muy fácil decir ante el mínimo riesgo de lluvia no se sale. Siempre he mantenido mi
independencia personal en esta columna de opinión con respecto al cargo que
puede que ocupe en una determinada hermandad. Pero también os confieso que
existe una notable diferencia cuando uno es un hermano de fila o un simple
cofrade de a pie a cuando uno tiene parte del poder decisorio sobre
determinadas cuestiones. Y no es que se sopese el haber estado un año
trabajando, no. Sino que se manejan multitud de partes meteorológicos y te
aferras a aquel que en cierta forma te da un margen de probabilidad para llegar
a realizar la estación de penitencia en el lugar donde lo tenga establecido tu
cofradía y poder regresar a tu templo incluso pudiendo acortar el itinerario.
Además valoras otras cuestiones, no sólo las patrimoniales sino también las
humanas, las ilusiones de tantos y tantos niños que no perciben el miedo ante
una llovizna, porque al fin y al cabo lo que cae del cielo es simplemente agua
y no ácido.

Ahora
bien, no quiero con esto hacer un alegato en favor del sí ante el no se sale. Solo pretendo que los
juicios que tengamos que realizar si la semana que viene se presenta como las
últimas jornadas que estamos viviendo, se hagan con justicia. Una justicia que
el cofrade, como crítico que es desde su nacimiento, tiñe de subjetivismo y,
por tanto, cualquier opinión vertida depende del aprecio que le tengamos a una
u otra cofradía. Podemos desprestigiar hasta límites insospechados a una
hermandad que no tenga una buena prensa pero si la que se moja es otra o la
nuestra buscamos las excusas que sean oportunas. Y vuelvo a repetir que a todas
les ocurre. Algunas más que a otras, pero todas han pasado desgraciadamente por
episodios de este tipo. Hasta las corporaciones que el cofrade isleño distingue
como las que marcan la pauta en lo correcto de sus formas, les ha ocurrido.
Años consecutivos sin salir ante previsiones meteorológicas nefastas o último
año de legislatura quizás marcaron algunas sorpresivas salidas procesionales de
esas hermandades en los últimos años.

“No
ha empezado la Semana Santa y ya se están mojando”. Esa frase era la
comidilla en las tertulias improvisadas de este fin de semana. ¿cuáles fueron
las razones para hacer un traslado cuando en la calle arreciaba el agua? Sean
suficientes, con fundamentos o no, algunas razones habrá y las conocerán
quiénes marcan los designios de la hermandad lasaliana. Pues no me creo que lo
hagan simplemente por montar un besamanos el Domingo de Pasión. Pues, más que ellos
no le dolerá a nadie ver a sus titulares bajo un manto de agua.

Por
eso, y aunque los partes meteorológicos anuncian una Semana Santa con sol y
buenas temperaturas, ante posibles decisiones comprometidas que puedan darse en
lo que queda de semana de pasión con traslados de pasos bajo agua o salidas
penitenciales en nuestra semana grande en las que pudiera aparecer el agua, lo
primero que habría que pedir es mesura en la crítica y tranquilidad en esos
momentos, pues la madurez de un cofrade no se mide sólo y exclusivamente en
decir ante el más mínimo riesgo de agua no se sale, sino en saber gestionar tu
hermandad con su patrimonio humano y material en el momento en el que el agua
te ha sorprendido en la calle.