Opinión

Opinión: “La carga encorsetada” – Pablo Lobato de Enciso

Generalmente, todo aquello que se defiende sin matices, sin género de dudas, cuando el hablante finaliza con la expresión “y punto” implica una rigidez cognitiva muy significativa. Posiblemente, porque no está preparado para escuchar otros argumentos y no se está dispuesto a aceptar que hay otros puntos de vista.

El pasado domingo 19 de febrero, pude escuchar el interesante intercambio de opiniones de tres respetados cargadores de San Fernando sobre la situación de la carga en la Isla. Debo decir que hace muchos años que no resido en San Fernando, si bien no me he desvinculado jamás de la ciudad, y mucho menos de su Semana Santa. Sí, de la carga. Pero no de vestir la misma túnica desde 1993 y, quizás, eso me ayuda para tener en cuenta otros factores.

Asistí con preocupación cómo el asunto de la carga lleva anclado más de dos décadas, pero lo que más inquietud me generó fue como, de manera sutil, se pretende imponer una única verdad. El estilo de San Fernando será uno. Nadie, nunca, jamás, podrá decidir cómo quieren desarrollar la manera de llevar a sus titulares en Semana Santa. De manera, en mi opinión equivocada, algunas personas se pretenden erigir como guardianes de las esencias sin permitir otras opiniones diferentes. Y aquel que no esté de acuerdo, no tendrá más remedio que irse. Será expulsado de su propia Semana Santa. Porque, al parecer, las juntas de gobierno de las cofradías gestionan el patrimonio, pero no mandan. Mandan otros que no son los hermanos de las corporaciones, precisamente.

El inicio del debate fue interesante, se preguntaban por la situación de las cuadrillas y las dificultades que encontraban en reunir a jóvenes que estuvieran interesados en cargar los pasos. Paradójicamente, en otros rincones de la misma provincia de Cádiz, ese problema no ocurre, ¿motivo? es posible que exista más de uno, pero probablemente, me aventuro a pensar que uno de ellos puede ser la sinrazón de imponer en exclusiva una manera de ser, sin permitir que se conozcan otras opiniones. Solo se está dispuesto a aceptar a aquel que esté entregado a la causa. No interesa lo que puedan aportar otras opiniones, no interesan otros puntos de vista. Parecen ser vistos como traidores, como enemigos.

Aquí no estamos hablando de que en la Isla se deba llevar el costal, o al menos no es la intención de estas letras. Lo que desde este artículo se solicita es que exista la reflexión sobre si el camino que se está trazando es el mejor para el propio interés de la Semana Santa de San Fernando.

La realidad es tan testaruda, que unos simples segundos de un vídeo de la hermandad de la Borriquita en el año 1977 tira por tierra todo el romanticismo del estilo “histórico” de la Isla. No existe el estilo único en San Fernando. En nuestra ciudad se ha empleado siempre la misma herramienta, estamos de acuerdo, pero no se ha empleado siempre el mismo estilo. Y eso es la riqueza de nuestra ciudad. Tratar de imponer un único modo de ser, alienarnos, desde mi modesto punto de vista es un auténtico error que traerá consecuencias en el futuro.

No deja de ser revelador que, en una ciudad como la nuestra, sean tan pocos los adultos que visten la túnica de sus corporaciones. Surge la duda sobre por qué en otras ciudades es habitual encontrar a personas maduras, e incluso ancianas vistiendo la túnica y en San Fernando escaseen. Pongo en cuestión que la solución sea que los niños y los chicos de 20 años se sienten en el bordillo de las aceras a esperar que los cargadores decidan cuándo y cómo debe avanzar una cofradía. A lo mejor resultaría oportuno que quienes, con tanto amor portan a nuestros titulares, al menos por una vez, vuelvan a vestir la túnica y comprobar la perspectiva de los

penitentes y qué sensaciones tienen los hermanos. Es posible que el experimentar otras situaciones, modifique el punto de vista.

Por otro lado, me preocupa que se pierda libertad. Considero preocupante que se acepte de un modo tan dócil que las cosas sean de un solo modo. Es escandaloso la normalidad con la que se plantee que es necesario “encorsetar” la forma en que hay que llevar los pasos sin permitir otro punto de vista.

El hecho diferencial de nuestra carga es digno de alabar. El orgullo que nos produce tener un elemento característico es perfectamente compatible con entender que las hermandades tienen libertad para decidir cómo quieren ser, cómo se quieren manifestar y cómo quieren salir a la calle. En libertad. No se debe imponer, se debe convencer. Si hay hermandades que quieren incorporar otros estilos, deberá ser por un motivo y el tiempo les dará o quitará razones. Pero hay que permitir que las hermandades exploren las alternativas que se les ofrecen y posteriormente decidan y tengan libertad de desandar el camino si no les termina de convencer.

Que se protejan las tradiciones para las generaciones futuras es una idea magnífica, que haya personas dispuestas a conservarlas a través de libros, películas, documentales, conferencias es extraordinario. Los escaparates de las librerías de la Isla están llenos de esos libros para conocer las cocinas de otras épocas, el vocabulario de otros siglos, los rincones de la cuidad hoy perdidos. El mantener la cultura de un lugar no debe ser óbice para impedir que otros grupos quieran avanzar o desarrollar otras ideas, respetando lo fundamental ¿qué es lo fundamental? habrá que llegar a un consenso.

La Semana Santa de la Isla, merece seguir creciendo como su pueblo considere oportuno y merecen ser escuchadas todas las voces, como hasta ahora. Creo que nadie debiera erigirse como portavoz de la verdad absoluta, porque, aunque en el corto plazo se obtenga satisfacción, es posible que en el largo plazo se genere un perjuicio y que cuando se quiera solventar, ya sea demasiado tarde.

Pablo Lobato de Enciso