Opinión - Fajín de esparto

En ti, nunca existía el no. Gracias por tanto porrita

Nunca pensé que escribiría estas líneas y no saben cuánto me están costando; empezando por las dudas de saber si hacía lo correcto escribiéndolas. Pero es de esas situaciones en las que, teniendo la oportunidad, al final si no las haces terminas arrepintiéndote.

Hoy dejo la sobriedad del fajín de esparto y me revisto de blanco y verde, de capa, de barrio, de alegría y de júbilo. Porque así siempre lo quisiste. Porque nuestras lágrimas, esas que no paran de descender por tantas y tantas mejillas de todos los rincones de España, y digo bien, de toda España, tienen a continuación una sonrisa al acordarnos y rememorar cada una de las vivencias que pasamos contigo. Desde Tarragona, Soria, Valencia, Brea de Aragón, Murcia, Yecla, Requena, Úbeda, Granada, Sevilla, Málaga, Mengíbar, Antequera, Ronda, Morón, Cádiz, Jerez, entre tantas y tantas otras ciudades… y como no desde sus queridos Los Palacios, Dos Hermanas o Baeza han sentido tu pérdida porque a todos ellos le distes tu corazón y tu amistad, porque con esa sonrisa y ese buen hacer llevaste el nombre de tu hermandad y el de tu ciudad a todos esos rincones, convirtiéndote en nuestro mejor embajador posible.

Tú eras vida, eras alegría, complicidad, pero sobre todo eras sinónimo de servicio, lealtad y amor por los demás. Porque tú eres un hombre bueno. Y cuando pasan estas situaciones, hasta los que están enfrentados suelen olvidarse de sus rencillas y buscar algún momento agradable. Pero es que contigo eso no ha pasado ni ha hecho falta. Porque nadie habló nunca mal de ti, ni tú nunca le hiciste mal a nadie. Y mira si conocías gente. Al revés; Javi el del Huerto, Javi Nieto, Javi Tocino o Javi el Cagarruta siempre tenía una sonrisa y un sí por respuesta para todo aquel que lo necesitara.

Eras el alma mater de nuestra junta, un pilar básico, un ancla de unión para muchos y ese amigo, ese hermano al que recurrir para pedirle ayuda. Daba igual lo que fuese, que ahí estabas. Eras el que dabas los buenos días o el que te conocías el santoral y los cumpleaños a la perfección, que no se te iba ninguno. Y me consta que no sólo en la hermandad, sino en muchos otros grupos humanos en los que tuvimos la fortuna de coincidir. Eras el que te encargabas de los cuadros, de las flores, de la furgoneta, de las velas, de los guardias civiles, de ir a la policía para los cortes de tráfico, de hablar con el secretariado, del incienso, de tratar con los proveedores, con el enganche para la feria, de mantener la relación con tus monjitas de Spínola, de buscar una parihuela en tres días o de cruzarte media Andalucía para traerle a tu Virgen dos ángeles de plata para el día de la entrega de la medalla de la ciudad, de hasta incluso si hacía falta saltarte todos los procedimientos y llamar directamente a palacio y conseguir los ansiados papeles. Fuiste el que diste de comer a los pobres y montaste una cocina solidaria que es orgullo de nuestra hermandad. Cuánto te gustaban los fogones… y la pringue también, porrita, porque, aunque tú no le hacías asco a nada, tú eras más de carne al toro y de menudo que de ensalada. ¡Se te daba bien la cocina!

Podríamos estar rellenando hojas y hojas con todas las anécdotas y situaciones en las que fuiste protagonista y que tuvimos la suerte de vivir a tu lado; pero nunca acabaríamos. Pero es que precisamente eso es lo que estoy convencido que nos va a pasar a todos. Tu no podías decir un simple hola, sino que a cada uno nos tenías preparado una dedicación especial. Tu troglodito, tu gordito, tu infartito, tu francisquito, tu cabeza y su vate, el cebollínnnn, el chicuco de islapasión, tu joseleee o tu …ya están aquí los de focoiiii y tantas y tantas otras coletillas harán que, sea el contexto que sea, en esas conversaciones participes como uno más, porque no me cabe duda que tu recuerdo siempre permanecerá vivo.

La vida, tu vida, nuestra vida no acaba en estos días; va a seguir siempre viva, eterna, porque recordarte siempre nos traerá una sonrisa, un chascarrillo alegre. Para todos nosotros, eras alguien único, diferente al resto, especial. En tu casa con tu Lola del alma, en la de tus tíos, en la hermandad, en La Pastora, en la feria, en El Corte Inglés, en tu sosiasión salesiana, en el Rocío, en casa de Tita Fina, en Corvadiro o en tantos otros lugares con los que cada uno de nosotros estuvimos a tu lado seguirás presente, la llama de la vida seguirá encendida porque por cada puerta que entrabas te hacías querer y ya no te dejábamos salir. Hasta el rezo del rosario era diferente y especial si ese día te encargabas tú de estar en el ambón. Un ambón en el que quizás nunca te subirías un 18 de diciembre, pero en el que seguro que hablarán cada año de ti.

Ese eras tú, el que nunca pudo decir que no a nadie, porque esa palabra no existía en tu corazón. Y mira que tu corazón era enorme y lleno de amor hacia los demás.

Javi, estamos rotos, llenos de dolor, de ese que te encoge el cuerpo y cuesta respirar, pero hay que buscar fuerzas para tomar este cáliz que se nos ha presentado y tener Fe y mucha Esperanza. Hoy Ella te despide aquí en la Tierra como tú querías; de reina, con sus mejores galas… Y así estoy seguro que te recibirá allí en el cielo cuando la tengas frente a frente y veas el verdadero rostro de María.