Opinión - Fajín de esparto

OPINIÓN: “¿Patrimonio artístico vs. Patrimonio religioso?” – ‘Fajín de esparto’

No ha
llegado la Cuaresma y ya la tenemos montada. No me refiero al debate generado
en la ciudad en relación al monumento ecuestre de Varela. Me refiero a lo
anunciado en una circular que al parecer ha publicado el Secretariado Diocesano
para el Patrimonio Histórico-Artístico en relación a la conservación de ese
tipo de Patrimonio religioso; una circular que viene a poner los puntos sobre
las íes sobre un variado conjunto de aspectos que afectan directamente a las
hermandades y cofradías tanto en sus cultos (internos y externos) como en la
disposición del patrimonio de las mismas.

La
información nos llega a través de lo publicado en el Diario de Cádiz pues en
ningún momento hemos encontrado esta circular en la web oficial del Obispado.
Hemos consultado a algunas hermandades y a ellas tampoco les consta, lo cual sí
me parece preocupante porque son las primeras afectadas. Y es que la circular
tiene algunas perlas que son de traca. Es cierto que existen aspectos
relacionados con el mantenimiento de las imágenes que cualquier mayordomo,
prioste o camarista realizan habitualmente y son conscientes de la importancia
de ejecutarlo de esa forma. El uso de plumeros para eliminar el polvo o de corpiños
de cuero sobre el pecherín de las imágenes de la Santísima Virgen se está
generalizando, por lo que la circular en esos aspectos viene a recordar
cuestiones básicas generalizadas ya en el día a día de las corporaciones.

Sin
embargo, hay otras cuestiones que son al menos cuestionables. Si la redacción
de esta circular se basa en unos criterios eminentemente técnicos de conservación
de una obra de arte tendría toda su lógica, pero las imágenes de nuestro
titulares son algo más. Con estas recomendaciones las estamos
descontextualizando como objeto de análisis. Y lo que es más grave, estamos
desmontando todo el componente cultual para lo que esas sagradas imágenes
fueron concebidas. A nadie se le ocurre iluminar, por ejemplo, el Cristo
Yacente de Gregorio Fernández con velas, o simplemente postrarse y darle un
beso al pie o a la mano de esa imagen, pues en la actualidad esa obra está
desacralizada y expuesta en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid como
ejemplo de la escuela castellana de escultura barroca. Pero lo que tenemos
entre manos son los titulares de hermandades a los cuales les rendimos culto,
siendo esas imágenes (al menos para los cofrades) mucho más que esculturas de
madera policromada. Son básicamente uno de los instrumentos que muchos
utilizamos para llegar a Dios. Y como cualquier religión que se precie, tenemos
establecidos todo una serie de cultos y ritos hacia ellos. Así, mantener
determinadas acciones que el creyente lleva a cabo en favor de esa divinidad
como rendirle pleitesía a través de un besamanos o besapies o iluminarlo con
luz de cera creo que debería quedar fuera de todo debate. Lo de no levantar por
norma los pasos al cielo roza ya lo absurdo. Sinceramente me cuesta trabajo
pensar que esa circular sea visada por alguien de la Iglesia, si es que no
estamos hablando de una nueva encrucijada de una parte del estamento eclesial
hacia la religiosidad popular.

Otro
punto a tener en cuenta es aquel que trata sobre los procesos de restauración
de las imágenes. Si los profesionales tienen sus lógicas disputas metodológicas
en torno a los criterios a emplear a la hora de llevar a cabo una restauración
y hasta dónde llegar cuando ésta se acomete, más problemático es aún cuando se
trata de un elemento devocional como son nuestros Cristos y Vírgenes. Resulta
chocante en esta circular la contradicción en la que se entra cuando se trata sobre
quién tiene que llevar a cabo una restauración, siendo positiva la orden de que
deben ser titulados en restauración. Sin embargo, añaden que en el caso de que
el autor esté vivo la última palabra la tenga éste y si está muerto sus
herederos. Pues señores, creo que incluir el concepto de propiedad intelectual
es un tremendo error. Si una imagen presenta problemas de soporte, pérdidas de
policromía o cualquier otra patología que requiera una restauración, un
imaginero por muy autor que sea de la imagen no tiene porqué tener los
conocimientos suficientes en materia de restauración. Y entonces si le dejamos
actuar en ¿su obra?, podríamos estar repitiendo en pleno s. XXI esas
“restauraciones” que queremos olvidar que se llevaron a cabo cuando
no se contaba ni con la formación ni los medios técnicos existentes en la
actualidad. Y los herederos de ese autor no deben ser más que los propietarios
de la imagen para decidir sobre la restauración.

Por
último, no quisiera dejar de lado lo referente a las autorizaciones del
Obispado en relación a nuevas adquisiciones patrimoniales -algo lógico y que se
lleva haciendo desde hace tiempo- y, lo que me parece más hilarante, sobre las
cesiones sobre ésta. Todo ello por lo visto tendrá que contar con la
autorización de palacio, es decir;
que si una hermandad cede algún elemento patrimonial a otra entidad ya sea para
culto o para una exposición tiene que contar con el visto bueno del Obispado. Y
todo lo que sea emitir un dictamen ya se sabe, clin clin pase por caja para recoger el decreto. Ojo que ya en
Cádiz se ha creado una asociación para bordar una túnica y una saya a los
titulares de la hermandad del Nazareno con el fin de cedérselas (que no
donarlas) para su uso. Y según nos cuentan, este aspecto es algo normal en
ciudades como Cartagena. Con ello se evita pagar decretos, pues la hermandad
usa pero no es propietaria de ese patrimonio -al mismo modo que un vestidor tiene
atuendos propios que va cediendo a las imágenes que viste-. Sin duda esta no es
la solución pero tampoco hay que crear nuevos problemas donde no los hay, pues
ya tenemos en nuestra iglesia diocesana algunos notorios en relación a la
conservación de templos que o se han caído o se han tenido que cerrar en los
últimos tiempos.