Opinión - El cabildo

Señor Presidente

No, no pretendo referirme a aquel que trata de dirigirnos con mayor o menor acierto desde la Moncloa. Ni tampoco al que intenta hacer lo mismo desde San Telmo. Por contra, sí quiero hacerlo dedicando estas líneas a la persona, al cofrade con mayúsculas al que el Consejo de Hermandades va a hacer entrega próximamente del nombramiento como Presidente de Honor de dicha entidad y que no es otro que mi admirado y querido amigo Manuel Muñoz Jordán.

Reconocimiento más que merecido y que llega en el momento adecuado pues, sin pretender desmerecer la labor realizada por otros presidentes tanto anteriores como posteriores, se podría decir que, rodeado por un excepcional equipo de buenos y comprometidos cofrades (del que tuve la fortuna y el honor de formar parte), ha liderado la que posiblemente haya sido la etapa más fructífera en la historia de este organismo cofrade desde su fundación a finales de los años 60 hasta la actualidad.

Y es que aunque Manolo Muñoz ha sido presidente del Consejo en varias etapas, la primera con poco más de 30 años, considero que la última ha sido la más brillante. Esta se inició allá por 1999, llegando Manolo en plena madurez, siendo ya por entonces un cofrade conocido, reconocido, respetado y admirado que ya atesoraba una amplia experiencia en el cargo y había sido hermano mayor de su hermandad de Jesús de los Afligidos durante una década durante la cual se celebró con brillantez su cincuentenario fundacional.

Además de prestigiar la institución, la innegable capacidad de liderazgo, el carácter negociador y dialogante, la habilidad para saber delegar y dar el sitio adecuado a cada persona, junto a una enorme capacidad de trabajo que han caracterizado a Manolo durante su amplia trayectoria cofrade han hecho posible, junto a su equipo, hitos como la creación de la escuela de formación cofrade, multitudinaria en sus inicios y de amplio y diverso temario; la reforma y ampliación hasta la Plaza del Rey de la carrera oficial; la solemnización del Pregón de la Semana Santa, consiguiendo que volviera al Teatro Las Cortes y dotándolo de un cuidado protocolo; se le supo dar también el sitio debido y tantas veces reclamado a las hermandades de Gloria, asumiendo su pregón y creando su cartel; se transformó el Vía-Crucis de las Hermandades, dotándolo de una organización de la que carecía y consiguiéndose una participación hasta ese momento desconocida; se retomó e impulsó la concesión del título de Hijo Predilecto al recordado Alfonso Berraquero, el cual pudo disfrutar del homenaje de su ciudad en vida gracias al Consejo. Y por si fuera poco, este periodo tuvo el broche final el Sábado Santo de 2010 con la Solemne Procesión Magna que supuso un rotundo éxito tanto de organización como de participación, convirtiéndose en el evento cofrade más importante en la historia de la ciudad y que será difícilmente repetible.

Tras la misma y al llegar al final de su mandato en el mismo 2010 aunque muchos le animamos a continuar, supo dar un paso al lado y dejar la presidencia a un miembro de su equipo, Manolo Rivera, demostrando que también para retirarse hay q saber elegir el momento y hacerlo con clase y elegancia.

Hace unos meses el Pleno de Hermanos Mayores le otorgaba por aclamación el título que se le va a hacer entrega en las próximas horas. Como decía al principio, pocas veces un reconocimiento ha sido más merecidos que este, con el que Manolo va a poner brillante colofón a una vida dedicada a las hermandades y cofradías y por tanto a la Iglesia, aunque no me queda duda que seguirá aconsejando a todo aquel que se lo pida pues en esto de las cofradías pocos saben más que él.

Felicidades al Consejo por tan feliz iniciativa y al homenajeado del que espero seguir disfrutando de su amistad por muchos años.