Soy de los que piensan que las
ocasiones históricas no se deben dejar
pasar y por esta razón desde el primer momento aplaudí la decisión
tomada por las hermandades del Huerto y Estudiantes de nuestra ciudad, de aceptar
la invitación a participar en el Via-Crucis Magno celebrado el primer sábado de
julio en la capital gaditana, con motivo del 750 aniversario del traslado del Obispado desde su anterior sede en
Medina-Sidonia y en el que ambas corporaciones destacaron, dejando a San
Fernando y a su Semana Santa en muy buen lugar.
Personalmente tuve la oportunidad
de participar en este excepcional evento formando parte del cortejo de mi
hermandad de los Afligidos y la experiencia fue inolvidable. Pude vivir de
primera mano momentos únicos y diferentes que difícilmente se volverán a repetir. Para nuestro recuerdo quedará el
ver salir al portentoso paso de misterio desde una iglesia con tanta
historia como la de Santa Cruz,
enmarcado por piedra ostionera y no por las antiestéticas vigas de hormigón
acostumbradas del Santo Cristo.
Otros momentos destacados y
memorables fueron la bajada por la cuesta de Fray Felix con las torres de la
Catedral como telón de fondo; el discurrir del paso por las estrechas calles
del antiguo barrio del Pópulo; la emotiva visita al convento dominico de Santo
Domingo y a la patrona gaditana, la Virgen del
Rosario; o el regreso por el campo del Sur,
a muy poco metros del Atlantico. Analizando el acto con posterioridad
destacaría algunas cuestiones que me llamaron la atención:
En primer lugar, el éxito de su
organización a pesar de cierto retraso en el recorrido oficial, y la
extraordinaria calidad de cortejos, pasos y bandas de música en sus diferentes
estilos.
También destacaría la cantidad de
público, numeroso, sí, pero sin agobios e incluso con bastantes huecos y sillas
libres en la plaza de la Catedral, posible señal del hartazgo que puede estar
empezando a provocar tantos acontecimientos de este tipo y de los que
convendría no abusar.
Y, por último, me sorprendieron
las numerosas muestras de admiración que el cortejo y el paso provocaba en los
espectadores y devotos, lo que me lleva a preguntarme si realmente se conoce el
nivel de nuestra Semana Santa más allá de los límites del caño de Sancti Petri
y del río Arillo.
Probablemente menos de lo que nos
creemos sea la respuesta.
En definitiva y como conclusión,
se podría decir que San Fernando dejó sus credenciales en la capital gaditana
donde propios y extraños pudieron contemplar y deleitarse con dos cortejos y
dos pasos de misterio espectaculares y de una gran categoría.
Feliz verano.