OPINIÓN: Huchas cofrades – ‘La trastienda’
Que las hermandades tienen un
puntito Tío Gilito puede que algunos ya se hayan fijado. Que saca dinero
hasta de debajo de las piedras, como suele decirse.
En Sevilla, el pontifical
macareno podía haber sido una hucha más, como de aquellas que habían en los
establecimientos con la estampa de alguna imagen devota y con un papel doblado
y pegado con papelcelo que rezaba: “pro-loquesea para María
Stma de…” .
“¡A 5 euritos la silla
en la PlazaEspaña oiga!”
Una ganga, vamos…
Pero a esto me refería.
¿Hasta qué punto se puede cobrar la fe? ¿Dónde se coloca el listón que delimita
la necesidad de hacer caja?
Y hablo de hermandades como
podría hacerlo de cualquier otra institución religiosa que haga lo mismo.
Es comprensible que se busque
en el creyente ese alimento tan ruin y ,por desgracia, necesario como es el
dinero. Se oculta bajo un dulcificado donativo, que ejerce la
justa presión para hacer notar que el fin de su requerimiento tiene la doble
intencionalidad de hacer ver que no es algo obligatorio -cosa incierta
en muchos casos, pues sí llega a serlo, como en las cuotas mensuales, por poner
un ejemplo claro- y, en segundo lugar, parecer que sea un acto de caridad. Esto
último, en cierto modo, no falta a la verdad, puesto que sería una dación
voluntaria para cubrir necesidades o ayudar en sus obras a un ente no
lucrativo.
Sin embargo, el uso de la
devoción para obtener beneficios conlleva una gran responsabilidad por parte de
los gestores de una cofradía. La fe no es una tragaperras, sino una forma de
vivir.
Hay hermandades que tienen
restringido el derecho de usar sus imágenes, escudos u otras indicaciones con
el fin de que terceros se lucren con estos. Cabe pensar en el gran potencial
que la fe tiene a niveles más mundanos, como el económico. Defienden así que no
se usen estos símbolos de manera aviesa, en un tratamiento pecuniario que sí
busca un enriquecimiento personal por parte de quienes nada tienen que ver con
estas entidades.
En una hermandad la tesorería
es difícil de conciliar. Gastos que son comunes se unen a los extraordinarios
que puedan surgir. Escasos ingresos que vienen de las menudas mensualidades de
los hermanos. Algún regalo -escasos- de particulares o entidades que engrosa
más la Mayordomía que el Haber del libro de cuentas. Cuitas para cuadrar
en un balance imposible. Muchas ideas para llevar a cabo todo un programa
elaborado con vistas a un año, donde se prevé grandes contigencias y, en la práctica,
ello implica la necesidad de obtener réditos como sea.
No es baladí el esfuerzo que
se realiza para llevar a cabo la empresa de una hermandad, teniendo en cuenta
sus escasas formas de financiación. Al menos las más humildes, las que no
tienen un gran número de hermanos y que sus titulares no se venden,
por su fama, como los roscos en Semana Santa
Pero no se puede tratar la
querencia, la fe, la devoción, el amor, el sentimiento, el fervor como si
fueran acciones. Valores de los que sacar rentabilidad siempre. Las
corporaciones, penitenciales o letíficas, no pueden pretender ver en sus fieles
el sobre de fin de més. Estos representan uno de los motivos de su ser
como asociación, no como meros mantenedores, socios, afiliados o simpatizantes,
sino como la fuerza que mantiene viva la entidad. Viva como tal, sin ellos no
hay hermandad que valga. De hecho, sin sus devotos, sin sus cofrades, una
hermandad no vale nada.
Las cofradías no pueden ser
simples huchas; es más, no lo son. Pero son muchas las ocasiones donde parecen
demostrar lo contrario.
Los últimos años, con la
venida de esta raspante crisis, han dado muestras de su gran solidaridad obviando,
incluso, gastos que consideraron superfluos en pos de revertirlos en sus
propias Bolsas de Caridad (en mayúsculas, sí) o en entidades de caracter
benéfico. Ahí se demuestra su realidad, más allá de malintencionados
comentarios que interpretan su patrimonio
como algo criticable, innecesario y ostentoso en tiempos de precariedad (aunque
desde el tiempo que hace que lo vienen diciendo, parece que no salimos de
aquella crisis del 29).
Pero, de vez en cuando,
siempre se hace necesaria alguna voz que ponga algún punto sobre tantas
íes sueltas que aún quedan por tildar o
puntuar en nuestro particular universo cofrade.
En cuanto al cobro del sillar
para la conmemoración macarena, se cobró el cargo de algún consiliario de su
hermandad y el palacio arzobispal hispalense metió baza prohibiendo tal
actuación recaudatoria.
Sirva como moraleja del
escrito aquello que ya dije y reitero: ¿Hasta qué punto se puede cobrar la
fe?
(En la imagen billete de 5€
con el Arco de la Macarena)