Opinión - La trastienda

OPINIÓN: Vísperas… – “La trastienda”

Estoy seguro
que, para no pocos, existe un espacio temporal que más que crispar les apacigua
y da esperanzas: las vísperas.

Ese período que,
a pesar de convertirse en un eterno reloj de arena, cansino y que parece que
sus granos no se remueven a través de la fina cintura de su cristal, es para el
cofrade un precioso monumento a la fe. Es resguardar las ilusiones antes de la
hora última donde ya será inevitable lo que ocurra.

Vísperas ante eventos que se hacen únicos en
la vida, aunque se repitan cada año. Vísperas ante noticias que se
aguardan como lluvia en primavera, que son la vida misma que resucita del
hastío en el que algunos se encierran. Vísperas que son la alegría de un
motivo para seguir. Vísperas de uñas mordidas y dolores de cabeza.
Vísperas
evocadoras. Vísperas anunciadoras. Vísperas para
creer en los milagros y superar los miedos que otros años dejaron. Vísperas,
bendito regalo.

El octubre que
casi pisamos, dejando atrás un septiembre que llegó empujándonos, despertando a
muchos del estival letargo, es el tiempo del ya estamos tras
haber superado gozosos los primeros arreones estatutarios, con loas a María en
un duplicado mes de mayo.

Octubre se viste
de tabaco y plata. Honor y gloria de una rosa carmelitana. Vísperas
donde las campanas resuenan hasta la capital gaditana, que tiene a La
Galeona
, Rosario, también como Capitana. Vísperas de nardos
para la del hábito pardo.

Vísperas de difuntos, de recuerdos pinzados
en corazones, alfileteados en velas que rememoran a quienes amamos, delante del
mismo Hijo, de la misma Madre, ante quien una vez oraron,
lloraron, se dieron el sí quiero y se despidieron entre lamentos
de sus hermanos.

Vísperas
de nacimiento de
un Niño adorado, de padre carpintero. Madera feliz para el triste Madero.

VísperasVísperas de Año
Nuevo, de nuevas emociones que aguardan a los carnavales -curiosa puerta- que
dé paso a la Víspera de la Cuaresma. Bendita fecha que enerva,
que enloquece a quien la entienda, que convierte el vello en medidor de sentimientos
sin mayor componenda. Se siente, sí o sí, al olor de la primavera.

Vísperas
de Pasión, de
cuarenta días de vela, aguardando con paciencia que no pasen tan rápidos esos
días de espera. Que esas vísperas son, esperando la entrada de mi
Dios en la Jerusalén de mi tierra, el momento más dulce que aguardar se
quisiera.

Quizás las vísperas no sean sino el
mismísimo anhelo antes de cumplir el deseo.