Editorial

Editorial: “Descansa en paz la voz de las mañanas de la radio cofrade”

Se ha ido -se nos ha ido- por encima de todo un gran cañailla. Alguien que amaba a su ciudad y a sus cosas por encima de todo y que llevó por bandera a las costumbres religiosas que aquí se celebraban siempre desde la congruencia de aquello que se exponía plásticamente como refuerzo de una vida interior con una gran carga de religiosidad sin tapujos. 

Para una generación, la que nació en los ochenta, Antonio Salas Sánchez era la voz que nos despertaba en las mañanas de los sábados y domingos de Cuaresma -aunque también antes de este periodo litúrgico- desde las ondas de Radio La Isla en un programa que era de los pocos anuncios que existían para los “jartibles” cofrades que comenzábamos en esto de las cofradías.

Ponía voz como presentación de las marchas. De aquellas marchas que fuimos conociendo y que entraban poco a poco en ese listado que nos sabíamos de memoria. También añadía columnas de opinión que llegaban desde los distintos puntos de nuestra ciudad explicando algunos de los momentos más entrañables vividos en anteriores salidas procesionales.

Recuerdo especial a una de esas columnas radiofónicas en las que se narraba la primera salida de la Virgen de la Estrella, con un fondo musical que correspondía a la marcha “Cristo Rey”. Una, seguro, de tantas experiencias que se fueron atesorando en aquellos minutos de radio.

También en aquellos programas se abría un concurso de preguntas en la que el bien más preciado, es decir el premio, era uno de esos calendarios de cuenta atrás para la llegada del Domingo de Ramos. Bendita locura aquella de contar el tiempo al revés gracias a su programa.

Su cariño por la Semana Santa llegó a meterle debajo de algunos pasos y además a comandar la primera cuadrilla de hermanos de nuestra ciudad, la de por aquel entonces, Mater Amabilis. Fue historia de la carga y así, como no podía ser de otra forma, lo recogió su hermano Alberto en las publicaciones que sobre los “de abajo” fue regalando a los cofrades isleños.

Con amplia sonrisa era reconocido y reconocible por todos los lugares de la ciudad pero muy especialmente al paso por uno de los sitios que seguro se encuentran en el “top ten” del isleñismo: el callejón Croquer. Allí fraguó experiencias profesionales como amistades recogía por las calles de esta ciudad. 

En este mes de julio de noticias encontradas la Virgen del Carmen ha vuelto a acoger en su seno a otro de los suyos. Lo ha acogido no, que era de los suyos aquí también. Simplemente le ha dado un lugar preferente para ver mejor la ciudad de la que estaba enamorado. Descansa en paz querido Antonio.