Opinión - Fajín de esparto

OPINIÓN: Un plan B para la Semana Santa 2022 con pasos en la calle

Termina un año de contrastes que empezó con el decreto que suspendía el culto público y que vio en el último trimestre del año cómo éste se restablecía; que vio como en otras ciudades del entorno –como particularmente ha sido el caso de Jerez- se aprovechaba para hacer del otoño una precuaresma en la que con traslados y procesiones extraordinarias íbamos soñando de nuevo con lo que nunca debió irse; y que termina de nuevo con las primeras procesiones del año suspendidas y la incertidumbre ante lo que puede pasar en esos días de la primera luna llena de la primavera.

Si algo hemos aprendido con la pandemia es que la situación es cambiante y cualquier escenario que se planifique a futuro puede verse afectado por distintos factores; nuevos grupos de edad vacunados, dosis de refuerzo, nuevas cepas y el comportamiento de éstas,… En lo que nos atañe a nosotros también debemos haber aprendido que dependemos de instancias superiores e incluso ajenas. Y es que la decisión de realizar la estación de penitencia solo podrá decidirlas los hermanos a través de su junta de gobierno siempre y cuando se mantenga el decreto de restitución del culto público y, sobre todo, desde las autoridades civiles –ya sean estatales, autonómicas- no haya restricciones para la organización de este tipo de eventos y desde el consistorio municipal den la autorización de la ocupación de la vía pública.

Por eso me hace gracia que en Antequera se hayan reunido hace unas semanas los presidentes de los consejos de hermandades de las ocho capitales de provincia más Jerez y la propia Antequera para postularse por una Semana Santa normal en Andalucía. Entiendo que era una medida de presión prenavideña, dirigida tanto para los obispos del sur con el fin de que no se adelanten con supuestos decretos antes de tiempo y también hacia los dirigentes políticos para que, si no lo han entendido ya, hacer saber que más allá de lo religioso la Semana Santa en Andalucía tienen unos componentes socio económicos que están a la altura de las fiestas navideñas. Pero, más allá de la presión, esas diez personas no pueden erigirse como adalides de la causa. Y es que quizás en 2022 el cómo se desarrolle la Semana Santa no puede planificarse desde lo general sino desde lo particular. Y es que, volviendo a los tópicos más generalistas, no se puede comparar lo que supone en cuanto a concentraciones de personas un domingo de Ramos o una Madrugá en Sevilla que en Setenil de las Bodegas, por poner un ejemplo. Por tanto, cada ciudad, cada consejo tendrá que trabajar en pro de su Semana Santa si es que no hay ni decretazos ni regulaciones legislativa que lo impida.

En nuestro caso, muchos somos conscientes que la planificación de la Semana Santa empezaba el día 5 de enero. La cabalgata de los Reyes Magos es el evento que más concentración de público atrae en un espacio concreto, fundamentalmente en su tramo final que era el de la calle Real. Si la cabalgata se desarrollaba con absoluta normalidad, el aumento de los grupos de edad vacunados, las dosis de refuerzo y la mejoría del tiempo augurarían una Semana Santa normal como la vivida hasta 2019.

Sin embargo, a apenas una semana de que ésta se celebre, se ha modificado el recorrido evitando la calle Real y otras calles más estrechas, apostando por avenidas amplias en la cabalgata de por la tarde, aforando el estadio para ver a sus majestades llegar a San Fernando y dando una vuelta por todos los barrios de la ciudad en autobús durante la mañana. Con ello se pretende que no sea un acto masificado. Quizás no estaría de más que Melchor, Gaspar y Baltasar y sus séquitos este año no tirasen caramelos, pero bueno lo que realmente ansía este cinturón de esparto es que llegue el 7 de enero, llamen al timbre y se escuche aquello de …postulando para la hermandad de… Así que centrémonos.

Al igual que se ha trabajado con distintos escenarios en la cabalgata de reyes, las cofradías de San Fernando deben también tener distintos planes de cara a la celebración de las estaciones de penitencia y saber adaptarse a las circunstancias cambiantes que vayan surgiendo. No vale el todo o la nada. Que los altares de 2021 fueron mejores que la Semana Santa privados de libertad en 2020, estamos de acuerdo. Pero cómo hecho histórico ojalá se quede en eso, en un hecho aislado y puntual.

Y ¿en qué debemos trabajar para hacer ver que la Semana Santa sea segura? Pues en todos y cada uno de los aspectos que logísticamente hacen posible que se celebre una procesión. Y siempre con varios planes preconcebidos y organizados para ponerse en marcha con apenas unos días de antelación. Es decir, tener previsto una salida como las conocidas hasta 2019 hasta celebrar una estación de penitencia con los titulares en parihuelas y con un cortejo aminorado en cuanto a números de hermanos y aforado en cuanto al público en las aceras. Y en nuestro plan B apostamos por una Semana Santa con pasos en la calle, aunque con ciertas diferencias a las de plena normalidad. Vayamos concretando.

– Cortejo: No estaría de más tener previsto su organización previa en espacios abiertos en lugar de en el interior de las iglesias; es decir en las calles aledañas como ya hay corporaciones que lo hacen, que estarían cortadas y restringidas solo a los hermanos que procesionen evitando la presencia de padres o familiares, añadiendo también la disposición de horarios de llegada progresivos por sección para que así tampoco hubiese concentración de hermanos. Durante la estación de penitencia se podría obligar al hermano a llevar mascarilla además del antifaz y a guardar la distancia entre hermanos de fila. De esto ya hemos aprendido en la “cola del pan” y en las filas de entrada a los colegios y el que quiera ser añejo que tire además la cola al suelo reviviendo estampas de hace décadas…

– Cargadores y músicos: Poco hay que decir pues ya han salido procesiones y con garantías, test previos, sistemas de purificación del aire, distancia entre músicos,…

– Recorrido: Aquí quizás está el gran miedo de las autoridades civiles. El problema de una Semana Santa normal no está en el agente activo que la realiza, el cortejo procesional, sino en el pasivo, en el público pues éste es incontrolable. Podemos saber cuántas personas queremos que entren en un estadio para presenciar un partido de fútbol, pero no el número que va a ver la salida del Nazareno o va a estar acompañando a los titulares de Prendimiento en el parque.

¿Qué hacer entonces? La propuesta de este fajín de esparto sería la de trabajar en un plan B que llevaría de forma extraordinaria a fijar un horario común para todas las hermandades del día en la que todas las cofradías tendrían que estar a la misma hora saliendo y recogiéndose. Cuatro, cinco horas en la calle. Y eso sí; restringidas en itinerario a sus respectivas parroquias. Aquí no tenemos una catedral donde todas vamos a realizar nuestra estación de penitencia; el rezo de las estaciones menores se hace en capillas, otras parroquias o incluso algunas ni la hacen. Por tanto, quedémonos con la manifestación pública de fe. El rezo de la estación menor se podría incluso desarrollar en la propia sede canónica al término de la salida procesional.

¿Qué ganaríamos con esta medida? Evitar la aglomeración mayor que se produce cada jornada y que no es otra que la coincidencia de público en la calle Real para ver de forma continuada a las hermandades del día una detrás de otra. Sí, se suprimiría la carrera oficial y con ello potencialmente los ingresos… Bueno, tampoco es que con 1500 euros de ganancia por cada hermandad se pague una procesión. Aunque hay que reconocer que ayudar, ayuda. Y para eso, esas sillas se podrían colocar cada día en distintas zonas de cada recorrido. Por ejemplo, en las plazoletas de cada iglesia para así poder ver la salida o recogida o en las zonas de previsible mayor afluencia de público de esos recorridos aforando con ello esos espacios y evitando de nuevo esas potenciales aglomeraciones. La calle Comedias por ejemplo para ver pasar la Caridad, Ancha para las hermandades de La Pastora,… Cada día de la semana cuenta con tres o cuatro corporaciones, por lo que el público sí o sí tendría que decidir si ir al Cristo Viejo para ver salir Vera Cruz, a la Bazán para Gran Poder o a la Iglesia Mayor para presenciar la salida de Servitas. En el caso de Nazareno, habría que decidir si se mantiene como única cofradía en la Madrugá o pasaría a la tarde del Jueves Santo. Rosario, por sus características propias, podría perfectamente salir en la noche del Viernes Santo – madrugada Sábado Santo tras recogerse Soledad como hace actualmente. Y el Domingo de Resurrección con determinadas zonas aforadas no sería problemático. El resto de las jornadas, cada corporación transitaría por su barrio por lo que el público no se acumularía por la calle real y aledaños como ahora hace unas determinadas horas en cada jornada. Sino que se dividiría e iría trasladándose de barrio en barrio para ver las distintas procesiones que, incluso con feligresías colindantes, tendrían calles de separación entre ellas. Y si hay que aforar algunas calles por estrechas que también se hagan. Cuantas medidas se hiciesen necesarias.

Seguro que hay otros planes, otras medidas, otras ideas. Pero desde esta columna de opinión apuesto por trabajar en un plan B, en un C o en cuantos necesitamos para que, si llegado el momento, la situación socio sanitaria no mejora en primavera podamos ver una Semana Santa con pasos en la calle y no con altares en el interior de las iglesias que, para eso, ya tenemos una intensa cuaresma que estamos deseando que llegue.

Feliz año 2022 lleno de Esperanza, Salud y… procesiones.