Opinión - La trastienda

OPINIÓN: De limpieza (un poco para todos) – ‘La trastienda’

Tras leer los
artículos de mis compañeros del apartado de opinión José Juan Díaz Rodríguez
con su ceñido Fajín de Esparto –como
debe ser- y a Antonio J. Campos Martínez en sus Vísperas, como inicio o fin de algo -que, sí o sí, el inicio
siempre conlleva un fin y un fin siempre viene de un inicio-, uno se pregunta…
¿Y qué digo yo?

Revisando lo
que ha venido a ser esta Cuaresma larga lo cierto es que se me vienen muchas
cosas al teclado. Pero como quiera que mis compañeros ya se encargan de poner
en orden, poco a poco, lo que ha dado de sí toda esta Semana Santa de 2014,
creo que me toca ensuciarme un poco. Voy hacer uso de mi breve rincón para
sacar de La Trastienda
aquellas cosas que, particularmente, observo de poco sentido dentro de estos,
hasta ahora, 52 días de pre y pos Semana Santa.

Es cierto que
ha dado mucho de sí todos estos días. Gratas noticias, como la reaparición de
la desterrada hermandad parqueña del Rosario
dentro de los itinerarios, desde su nueva casa
en la Parroquial
de San Pedro y San Pablo, pasando por la trinidad de aplicaciones cofrades para
la tecnología móvil, deteniéndonos en las redes
a contemplar como nos ponían de vuelta y
media
a los cofrades con imágenes con muy mala intención, donde siempre
aparecía un indigente tirado en el suelo y una iglesia o un paso cerca; la
desaparición de cofrades ilustres –caso de José Luis Rodríguez Carelli, Florencio
Collantes
o Ignacio Bustamante por ejemplo-, hasta el integrismo cofrade que se hizo notar en Cádiz y, por seguir en la
misma capital, con la reivindicación de almohadas caídas y tambores al suelo de
los cargadores y músicos que, hasta este Domingo de Ramos, acompañaron a la hermandad de la Cena de aquella ciudad en
su Estación Penitencial; concluyendo, por poner, con la anarcoprocesión de la anarcocofradía
(de la cuál me reservo sus advocaciones por respeto al lector) que procesionó en Sevilla la mañana del 11
de abril.

  ¡Buf!
Mucho que sacar me parece…

  Y
como se trata de tirar tiestos, tiremos. Pero antes, guardemos aquellos de
valor.

No me deshago,
por supuesto, de los sentidos y justos homenajes a aquellos cofrades que nos
dejaron tan repentinamente. En la memoria de muchos, una Semana Santa
imperfecta -temperaturas y sol aparte- donde faltaron ellos, sin duda. Tampoco
me quiero deshacer de esos trabajos hechos por y para engrandecer nuestra
Semana Mayor (en mayúsculas, sí): las APPs
para hacer llegar a propios y ajenos todo lo que abarca nuestras cofradías en
esos días procesionales. ¡Buen trabajo! Un hueco de honor para el pregonero, José
Martín Pérez
. Cofrade, cargador, capataz, orador… ¿Habría mejor
elección? Lo dudo. En otro lugar de la estantería, donde se quedan las cosas de
valor, la reacción de las hermandades –con sus grupos jóvenes volcados- ante la
necesidad de muchos, y su encomiable labor para buscar lo necesario para
abastecer en sus propias bolsas de caridad, a Cáritas, a San Vicente de
Paúl
, al Pan Nuestro o a
cualquier institución que reclamase de su ayuda, para aquellos que pasan
momentos muy duros y no tienen más recursos que pedir auxilio. Por cierto… ¡Sin
importar credo o la falta de este!

Me queda sitio…
A las hermandades que han logrado eficacia, buen hacer, buen gusto, coherencia
y cordialidad para que durante estos días, previos y santos, el único problema
que se plantearan por su parte fuera preocuparse del tiempo y los posibles
cambios por ese motivo.

Ahora a
ponerse el mono. ¿Qué tiro?

Pues puestos a
tirar, tiro la falta de humildad de
muchos cofrades que forman parte de las juntas de gobierno. Tiro la demagogia a la que se ven abocadas
hermandades, y por ende la propia Iglesia, ante la facilidad con la que se les
pueden atacar y lo difícil que resulta que, o bien alguno de sus miembros se
den cuenta de estos ataques o, en el caso de que se den cuenta, que alguno
salga a defender aquello que es perfectamente lícito resguardar (¿Miedo a las
respuestas? ¿Dejadez? ¿Pasotismo?). Tiro la lengua ácida de quienes se ríen de lo nuestro, de nuestras formas,
nuestra lengua vernácula cofrade, de quienes comparan lo que no se puede
comparar porque lo que se vive en siete días en nuestra Isla es sentimiento,
también es sentimiento. Tiro quienes
contaminan
el lógico ser de una hermandad –una comunidad– y la convierte en una reserva personal con derecho de
admisión. Tiro quienes no respetan
tradiciones, libertad de creencias, y ultrajan al creyente poniéndolo de
hipócrita –que no digo que no les falten razón a veces pero… ¡Ay, amigo! Quien
esté libre de pecado ya sabe que tiene que hacer con la piedra que guarda-.
Tiro al cofrade integrista (y
engloba no al antisevillita –que todo
hay que decirlo, por muy manido que esté-, sino al dictador, al obcecado y al
que no da su brazo a torcer sin pensar que está ahí por el bien común), que
gracias a éste somos punto de mira de aquellos que no nos comprenden, nos
detestan –sí, oiga, sí- y nos usan como objeto de burla. Tiro al Pastor que no sabe llevar su rebaño y
trasquila por castigo.

Bueno… Y esto
puede seguir. Simplemente dejo a elegir qué más tirar. Quizás puede que no se
esté conforme con mi punto de vista al respecto, pero esto es libertad de
expresión sin haber faltado a nadie ni haber dicho mentira.

Toca disfrutar
del tiempo de Gloria; en tanto, yo
seguiré en La Trastienda
recolocando lo útil y deshaciéndome de lo inservible. Quien quiera saber qué se
queda, ya sabe dónde encontrarme.

¡Feliz Pascua!