Opinión - La trastienda

OPINIÓN: “La almohá huérfana” – ‘La trastienda’

¿Qué hace la almohá de
un cargador cuando éste falta? ¿Qué sentirá al no notar, cuando ya las fechas
están encima, el peso que la aplastan al unísono entre el palo y el
cuello? ¿Qué extrañeza no la hundirán en la desesperanza?

¿Cómo es el vacío que deja un
cargador bajo el Paso? ¿Qué dolor no padecerá la faja, todo un año doblada,
aguardando que la estiren y sea anudada?

El brazo que aprieta la
cintura del compañero, la cerviz asida con fuerza a la madera, los músculos
tensados, los nervios amarrados, la atención intensa al último golpe seco, como
la garganta. Seca, áspera, mientras la saliva desciende con más pena que
gracia.

-“¡Toca!”

La palabra se convierte en
llave que enciende el motor, y las andas se elevan a 40 corazones por segundo,
120 pulsaciones por minuto por cada hombre que las bombea, que mueven devoción
en toneladas de pan de oro y madera.

La música desgaja el alma y
el sudor se hace lágrima. Se cierran los ojos y se siente el dolor, los
espinos, el latigazo, la sentencia, la cruz, la sangre que hace brotar la rosa
grana…

“¡Con corazón!” -clama una voz que calma la sed y alimenta las ganas. Las
caídas se tornan alas, el peso ya no clava, y hasta se osa levantar la vista de
los adoquines gustándose en cada pisada.

Un aplauso, una saeta hecha
nana, una mirada en la calle que busca Al de la túnica sagrada. Pasitos
cortos… A la banda… Un quieto… ¡Un mecío! ¡Vamos a dormir a los
querubines que asoman en la canasta!

Que trepá más larga. ¿Y ahora
que suena esta marcha vamos a pararla? 
¡Venga, un poquito p"atrás y otro de vámono que nos vamo, y echamos
abajo la calleancha!

Tres toques, tres. El capataz
manda, y aquí no hay más que toque fondo por igual las cuatro patas.

Un martillo que se levanta, y
todo vuelve a pasar. Así, hasta que se escuchen las campanas repicando
alabanzas.

¿Qué cómo es el vacío que
deja un cargador bajo el Paso? Pregunta el próximo año en la Iglesia Mayor, en
La Pastora, en El Cristo, por San Francisco, El Carmen, la Bazán…

Ahora que se hablaba que si
refrigerio sí, refrigerio ná, va un tal Julio y dice que ya está, y se
ha ido a un Naca celestial sin decir de .

Ahora que quedan huérfanas la
almohá, la faja, las trepás, los ánimos cuando no se puede más.
Ahora es cuando se sabe qué vacío deja el cargador que se va.

Descanse en la eterna Paz, Julio
Fernández Pérez