También hubo primavera. Más primavera que nunca. Hubo una primavera de patio de convento de las Capuchinas que nos arrebataron. Esa primavera de silencio, de gorrionaje y golondrineo que se hacía estruendo. De calor. De campos plagados de verdes, rojos, amarillos, violetas…, que llegaron a extender sus jardinajes hasta más allá de sus lindes copando caminos y sitios de paso. Una primavera de ensueño, de paisaje dibujado con maestría para ser expuesto en un museo.
También hubo en primavera domingos de cuaresma. Y tú y yo estuvimos como el muchacho al que dejan castigado sin salir allá adonde llevaba tiempo preparando el viaje: frustrados, desasosegados, hundidos, circunspectos. Como a aquel niño al que le niegan un regalo, un deseo, un capricho.
Creímos que aquella primavera, creada con la mala idea del que te pone la miel en los labios y no te deja probarla, sería como las de siempre y como siempre vivíamos. Y como siempre, el azahar nos daba bofetadas de perfumes que dolieron más que nos enamoraron; y como siempre, se empezaron a ver las primeras túnicas embolsadas camino de nuestras casas; y como siempre, caminábamos con la almohá bajo el brazo; y como siempre, se ensayaban acordes de metales y percusiones; y como siempre, se veían veneras y medallas lustrosas sobre corbatas y vestidos para un domingo de función principal; y como siempre, contábamos esos días de primavera hacia atrás… Y fue la primavera y nosotros no.
¡Pero hubo primavera! Y hubo penitencia. ¡Vaya si hubo penitencia! Y hubo Domingo de Pasión, y hubo Domingo de Ramos, y Lunes y Martes y Miércoles y Jueves y Viernes y Sábado Santo. ¡Y hubo Domingo de Resurrección! Y tú y yo, donde estuviésemos, trabajando quienes podíamos y recluidos quienes debían, vivimos otra forma de Pasión: desconocida, dolorosa… ¡Muy dolorosa! Y no lo digo porque la Semana Santa quedase como aquellas otras que se aguaron. Ya sabes que no lo digo por eso. Y en el colmo de nuestras ganas, desde páginas como esta de Islapasión, vivimos esos días con imágenes que volvieron del ayer para hacerse presente. Y se comentaban como si aquellos estuviesen ocurriendo hoy mismo, porque la primavera seguía con todo lo que siempre trae.
¡Porque hubo primavera! Y para ti y para mí volverá a haber primavera este año. Tú y yo, como quien se recupera de un accidente, nos hemos parado y hemos sonreído al ver guirnaldas de azahar florecido, a comer los trenzados roscos de Semana Santa, a sentarnos a tomar un café antes de entrar al triduo; hemos vuelto a caminar con precaución hasta las puertas de nuestros templos, a sentarnos en sus bancos, a venerar a nuestras devociones clavándoles la mirada con el fervor de un beso. Porque este año ha vuelto a ser la primavera con su equipaje de siempre. No sé si la del año que viene volverá a ser como aquellas que hoy suspiramos, este año los suspiros debieran ir por aquellos que ya no volverán a conocer más primaveras.
Vuelve a ser primavera. Este año vuelve a haber primavera y también la habrá el próximo y vendrá, de nuevo, con todo su equipaje y ya, para entonces, deberíamos haber aprendido y estar bien preparados para disfrutarla y dejar de padecer este triste síndrome del Cofrade Vacío.