El rezo del Rosario abre el lunes de Pentecostés para los rocieros isleños
‘Hay cosas en el Rocío que no se pueden contar’ decía una sevillana de José Manuel Soto. Y es verdad. Lo vivido en la medianoche del lunes de Pentecostés en la Sagrada Familia queda para la historia particular de los rocieros isleños. Para esa historia que aunque bonita, vivida, disfrutada, pero que no se quiere volver a repetir ni un año más.
Y es que los rocieros han llorado, y mucho, en el segundo año sin Romería, en el justo instante que debería servir para el rezo del Santo Rosario y posterior salida procesional de la Virgen del Rocío.
Pero para ello, para vivirlo de la mejor manera posible, los rocieros isleños han recreado, junto a su Simpecado, muchos de los elementos que habrían sido útiles en estos días en la Aldea del Rocío. El Simpecado -como en la veneración del sábado- estaba entronizado en la carreta que se colocaba en el presbiterio exornada con piezas de luz y flores.
Además, en el frente de la carreta, se había colocado un entarimado en el que colocar aquellas velas de promesa de cada uno de los rocieros que llenaban el aforo del templo de la Bazán. Unas velas que iluminaban el templo y por ende, al Simpecado marrón carmelitano de La Isla.
Todo como si fuera una noche del camino -de ida o de vuelta- quizás muy parecido a esa noche de las velas del martes del camino de regreso a San Fernando en el que centenares de velas alumbran en mitad del Coto de Doñana a las carretas que allí se aglutinan. Un incensario en el que se quemaba romero que impregnaba del aroma del camino. Solo faltó cambiar el marmoleo suelo de la Sagrada Familia por arena del camino para recrear una noche cualquiera y cambiar el techo blanco de la Sagrada Familia por el cielo estrellado del paraje natural más importante del Sur de Europa.
Cuando pasaban un par de minutos de la medianoche la Hermana Mayor del Rocío de San Fernando anunciaba el inicio del rezo del Santo Rosario así como la oportunidad a cualquiera de los allí presentes de elevar oraciones específicas en forma de petición o cante entre cada uno de los misterios.
Y así fue. Entre las interrupciones de la continuación del rezo de los misterios se encontraba una petición muy especial. Por Isabel Reula. Por ella sonó ‘Que bonita la vida’ en la voz de uno de los rocieros de nuestra Ciudad. Sin duda a la emoción contenida ya de por sí en estos momentos de recuerdo del rosario de las hermandades y la ausencia de la procesión se le sumaba un componente más que hacía romper en lágrimas a muchos de los congregados en el templo del barrio de la Bazán.
Las sevillanas no cesaron, al igual que una noche cualquiera junto a la carreta. Y así fue entrando la madrugada en un acto que se alargó por algo más de una hora. Pero es que en el Rocío, el tiempo se para.
Con esto finalizan los actos previstos para Pentecostés por la Hermandad del Rocío de San Fernando. Quedará esperar al 2022.