Como cada año cuando se cierran las cortinas del Real Teatro
de las Cortes en nuestra página acostumbramos a hacer el comentario de texto
del Pregón de la Semana Santa. Un análisis en forma de crónica detallada en la
que fragmentamos algunos apuntes que nos ha evocado el anuncio de una nueva
Semana Santa. Este año el comentario de texto lo es más que nunca.
En este caso, en este año, no habrá Teatro, no habrá trajes
de chaqueta ni chaqués, ni moqueta, ni flores, ni atril… pero tenemos lo más
importante, lo que en el resto de sitio no tienen. El anuncio de la Semana
Santa. La mejor forma de adentrarnos en la Pasión, Muerte y Resurrección.
Tenemos pregón y tenemos pregonero. Un pregonero generoso
con la ciudad y sus cofradías hasta sus últimos días que nos dejó en herencia
un texto que hoy ve la luz. Un texto que gracias al Conejo de hermandades hoy
está al alcance de todos. Un texto para leer y releer. Para empaparse en cada línea
de un sentir cofradiero totalmente apabullante. Un texto que nunca
escucharemos, que no oiremos en la voz de quien debió pisar las tablas del Real
Teatro, un texto que quedará para siempre en cada uno de nosotros.
Y es que el Pregón de la Semana Santa de San Fernando de
2020 nos lleva, tras su lectura, por todos los estados de ánimo: de la risa al
llanto, de la reflexión seria y concienzuda a la anécdota más cercana, de lo
divino y de lo humano. Así es el Pregón de la Semana Santa de San Fernando de
2020.
Un pregón isleñísimo con infinitas referencias a personajes,
lugares, momentos y anécdotas de una ciudad a la que el pregonero amaba hasta
la saciedad y conocía, al dedillo. Así lo demuestra en cada pasaje, así como a
las cofradías de La Isla que desgrana a la perfección.
Un pregón inundado de referencias literarias a grandes
autores de toda la historia; españoles, andaluces e isleños también. Un
compendio llamado a ser una obra de arte escrita negro sobre blanco de la
verdad más absoluta de las hermandades y cofradías.
Un pregón que debió comenzar tras sonar ‘Estrella Sublime’
marcha que el propio pregonero dejó indicada que sería la que sonara justo
antes que su presentador, Juan Carlos Collantes Faz, desgranara la vida y obra
del pregonero previo a los compases de ‘Amarguras’.
El pregón, adentrándonos ya más en el propio comentario de
texto, tiene dos dedicatorias muy concretas aunque luego se desgrana en varias
por cada uno de los capítulos. Dice el pregonero antes del preámbulo “A mi hija
Alejandra, la mejor hija del mundo. Su existencia apuntala la mía” y prosigue “A
mi Hermandad de la Misericordia”. Dos puntos importantes que se repetirán luego
en el desarrollo del texto.
Un texto que comienza con una declaración de intenciones. Un
cara a cara con la ciudad y su Semana Santa:
Tú qué quieres que te cuente
si lo que vengo a contarte
eres tú precisamente.
Y así continúa para preguntarse el pregonero
¿Qué te diré esta mañana
si lo que voy a decirte
necesita una semana?
Y prosigue el pregonero con una conversación con la Semana
Santa. Una reflexión a viva voz ante los cofrades de San Fernando muy íntima, a
pecho descubierto.
Desde las primeras líneas del pregón se adivina un lenguaje
sencillo, fácil de percibir por todos, pero con un uso extraordinario de toda
la artillería que la literatura ofrece. Saber decir los sentimientos con palabras
que todo el mundo pueda comprender es sin duda la gran cualidad de este pregón
y eso, no está al alcance de muchos, más bien todo lo contrario.
Con dominio sobre el verso -en todas sus modalidades- y la
prosa ágil el pregón deja atrás su preámbulo para adentrarse en la primera de
las partes del mismo titulada ‘Ofertorio’ en la que el pregonero da las gracias
a distintas autoridades y personas como momento protocolario del mismo, pero
haciéndolo cercano, familiar, como lo hace con el resto del texto.
Tras este agradecimiento el pregón se va al capítulo
titulado ‘La ciudad que habito’ en la que como un pintor sobre lienzo traza en
verso un perfil de la historia de San Fernando, un guiño a la belleza en verso.
Y tras el paso por la ciudad uno de los nudos centrales del
texto: el ‘Tríptico de la Resurrección’ un capítulo dividido en tres: La vida,
la muerte y la duda.
El primero de ellos el pregonero se centra “en lo importante”,
la vida. Y para ello deja un fragmento que sin duda va a marcar a cuantos lean
este texto. Parece un anuncio premonitorio escrito por los meses de verano del
pasado año. El texto dice:
Ese es el verdadero pregón. Conviene recordar que aunque hoy no
hubiera pregón ni pregonero, habría Semana Santa; digo más, aunque no hubiera
Semana Santa tal y como la vamos a conmemorar, habría Domingo de Resurrección.
Pareciera
que el pregonero supiera que no estaría sobre las tablas del Teatro o es más,
que no hubiera celebración de la Semana Santa con las procesiones por nuestras
calles. Sin duda, sea como fuere, el sentido de este párrafo nos da de bruces
con nuestra actualidad. La Resurrección, la vida, como “lo importante” dice el
pregonero.
La segunda
de las partes “la muerte” el pregonero se centra en el crucificado de San
Francisco, en el Cristo de la Expiración y con una dedicatoria especial al
párroco de este templo y arcipreste de San Fernando, que remata en versos.
“La duda” es
la tercera parte de esta trilogía de la Resurrección. Dedicada a la Virgen del
Rosario en Sus Misterios Dolorosos que entrelaza también con la filial rociera
isleña. Con referencias bíblicas esta tercera parte se divide en dos: la primera,
la citada, y la segunda dedicada a las Carmelitas Descalzas de San Fernando y
que se entrelaza con referencias a la Semana Santa.
Acabada esta
“Trilogía de la Resurrección” el pregón entra en otro de los grandes bloques
del mismo: “La procesión de la vida cofrade” una escena en cuatro actos o
momentos para desarrollar la cercanía de las hermandades con las personas en
cuatro etapas diferenciadas de la vida: La fe de los niños, La fe de la
juventud cofrade, la fe que ha madurado y la última fe.
En la primera
de ellas, la de los niños, el pregonero se acerca junto a los versos de Juan
Ramón Jiménez a la Hermandad de Cristo Rey. A sus hebreos y a María del Carmen
Roa y Mayte Labandón dedica esta primera parte que busca en una dedicatoria a
una pequeña Lola una antológica carta de Reyes Magos.
Aquí, como
en el resto del pregón, pero especialmente aquí, el pregonero juega con un lenguaje
cotidiano para hacer un verso magnífico que emociona y a la vez es enternecedor
en su lectura. Es capaz de en cualquier momento llevar a esa jornada del día de
Reyes y combinarlo a la perfección con la espera de una nueva Semana Santa.
La segunda
de las escenas de esta parte del pregón, sobre la juventud cofrade, va directa
hacia el barrio de la Bazán y la Hermandad de las Tres Caídas. La dedicatoria a
unos amigos muy especiales y sus hijos tienen mucho que ver. Recurre de nuevo
al verso para contar la historia de un comandante romano y su conversión ante
el Señor que tallara Jesús Vidal.
La tercera
de las escenas, la de la fe madura, que dedica a Manuel Muñoz Jordán, se acerca
como no podía ser de otra forma a la Hermandad de los Afligidos. En quince
versos el pregonero apuntala la mejor lección de estudiante: la Virgen de la
Amargura.
La última de
estas escenas, “la última fe”, está dedicada a la Vera-Cruz, y en
representación de ellos a su Hermano Mayor, Mariano Domínguez. Pequeña prosa
rematada en verso. Quizás la parte que menos nos sorprende del texto tras
escuchar la maravillosa Exaltación de la Cruz hace algunos años.
Desde aquí
el pregón prosigue con otro capítulo, “Construyendo el Reino de los cielos” en
la que el pregonero aúna a dos hermandades: Desamparados y Humildad y Paciencia.
Y de los cielos al infierno, como antítesis. Como dos episodios contrapuestos pero
comunes. En la segunda parte trata sobre las hermandades de Columna y Prendimiento
en unos versos largos, pero intensos.
En “Dad a
Dios lo que es de Dios…” el pregonero se va al barrio de la Pastora por vez
primera junto a la Hermandad del Huerto y sus cuadrillas. En esta escena,
dedicada a Ignacio Bustamante, resume en una levantá su cercanía con la
cofradía hortelana.
Y de la
Pastora a la Casería junto a la Hermandad del Perdón. Y especialmente junto a
la Virgen de la Paz. Un capítulo dedicado a Virginia y Anita. Un capítulo que
busca en el futuro ese palio para la Virgen de la Paz. El decreto que se espera
es para el pregonero un Tratado de Paz. Sublime.
Y de la
Casería a un personaje de nuestra Semana Santa: el Pirri. Cargador que lo fuera
con las cuadrillas asalariadas, el pregonero ve en este su particular José de
Arimatea con la escalera junto a los pasos de las distintas cofradías.
“Todo es
Dios y en todo está Dios” es el siguiente capítulo que comienza con una nueva
referencia a las Carmelitas Descalzas, pero en especial a la Hermana Cristina.
De aquí el pregonero se va a la Pastora de nuevo junto a la Hermandad del
Ecce-Homo. En una dedicatoria a Eduardo Albarrán, y con una referencia a
ISLAPASIÓN (gracias cien veces a ti Dani) en los versos muestra un paisaje
costumbrista del misterio del Ecce-Homo para terminar rematando con la Virgen
de la Salud.
“Santa Maria
dei Fiori” es el capítulo que el pregonero dedica a la dolorosa Servita con indudables
referencias a la Florencia en la que surge la Orden. La Hermandad del Gran
Poder, y su Virgen del Amor, conforman la siguiente escena en la que no faltan
las referencias al flamenco.
El pregón
entra en su desenlace y para ello el pregonero dedica a su hija Alejandra un
importante texto. La herencia recibida y la fe heredada dejan en prosa y verso
su impronta más especial. Es quizás aquí el pregonero más él. Y si algo es el
pregonero, es de la Misericordia. Lo dijo por activa y por pasiva, y ahora era
el momento de hacerlo en el Pregón.
“Misericordes
sicut Pater” es el capítulo que utiliza para ello. Dedicatoria familiar como
familiar era para el pregonero su hermandad. La heredó de su padre y la
transmitió a su hija y a todos cuanto le conocieron. Desde sus inicios en la
cofradía hasta un verso largo, intenso, abierto de par en par para definir la
pertenencia a una hermandad. Lo que es el Jueves Santo. Lo que son sus
Titulares. La verdad más absoluta del cofrade.
Y de la Misericordia
al Nazareno. Dejó el pregonero para el final de su pregón al Regidor Perpetuo.
No habló de Jesús Nazareno, lo describió de todas las maneras. El capítulo se
titula “Somos Tú” y dedicado a los cofrades de la Isla recorre en cuatro escenas
al Jesús Nazareno más humano. Como una gran y extensa obra costumbrista, hace a
Jesús Nazareno de todos y cada uno de los isleños. De las anécdotas, de los
personajes, de los momentos y los paisajes. Remate en verso espectacular.
Pero el
pregonero, como gran taurino, no quiso dejar la faena aquí. Guardó un remate, como
media de Romero en un epílogo definitivo. El pregonero vuelve al principio,
cierra el círculo que comenzara hablando con la ciudad y su Semana Santa. Y
ahora sí hace el anuncio, la buena nueva cofrade, la llegada del Domingo de
Ramos. El transitar del calendario en esta semana que queda. El Nazareno
montado en la borriquita. El anuncio de lo que está por llegar y llegará.
Aquí concluía
con el “he dicho -otra vez-“ en referencia a su pregón del 2001 el texto del
Pregón de la Semana Santa de San Fernando de 2020.
Aquí
concluía el texto. Aquí nace el pregón, el texto en cada uno de nosotros. El
pregón que más leeremos y que nunca podremos escuchar. El pregón de cofrade de
La Isla. El pregón de uno de los de la Misericordia.
Tuya siempre
la palabra, pregonero.