Editorial

Una Olivetti y un dossier

Fue el pasado 8 de diciembre. Por la tarde en el Cristo. Una veintena de hermanos de los Afligidos se reunían para clausurar la jornada que cada año centra su mirada en la Virgen de la Amargura, algo más especialmente que el resto del año. Se iba a rezar el Rosario y allí estaba. Traje de chaqueta, corbata y abrigo largo.

Con las maneras de siempre, muy educado, espetó:

–  Necesito pedirte un nuevo favor. Quiero una fotografía de la visita del Cardenal Amigo el año que presidió la Función del Corpus. Es para un dossier que estoy haciendo recopilatorio de mi paso por la Comisión del Corpus. Va todo, y me falta eso.

De esto hace algo menos de dos meses. Aún no había pasado por estas semanas que desde algo antes de Navidad han marcado un triste desenlace de alguien que parecía tener siempre la misma vitalidad con la que lo conociste. Ya fuera hace unos meses o hace décadas.

Como nos contaste en aquella entrevista no pudiste vestir la túnica de los Afligidos el primer año. Quizás eso te marcara para que desde el año siguiente lo hicieras de forma ininterrumpida hasta el 2019, hasta la última salida. O quizás eso también te marcó para darle la importancia que tenía revestirse con la túnica nazarena como aleccionabas antes de cada Lunes Santo a aquellos que conformaban el cortejo más completo y perfecto de los que salen a andar por las calles de San Fernando.

Viviste la hermandad, la tuya, desde sus orígenes, y comprobaste como la evolución se hace a base de mucho trabajo y sacrificio. Los cofrades de los Afligidos entenderán mejor que nadie esto. Hubo alguno que hasta el día de volver de su luna de miel lo encontró esperándolo en su casa para alguna cuestión que había que resolver. Aquellos momentos en los que no había un WhatsApp, ni falta que hacía. Él estaba siempre.

Incansable, infatigable, entregado por y para su hermandad. Marcó el sello Afligidos que luego otros elevaron a la categoría de marca, de hacer las cosas bien. Le sacó el bachillerato y la licenciatura de hermandad a los que eran los jóvenes del Cristo. Luego vinieron otros para alcanzar el cum laude en forma de magistral tesis cofradiera.

Toda una vida resumida en folios, muchos folios. Aquellos que fueron marcados negro sobre blanco por la máquina de escribir Olivetti en la que ha pasado buena parte de la historia cofrade de San Fernando. Era su forma de organizar los datos. Era la forma de que nada quedara en el olvido. Y luego, ordenados en un dossier tras otro. Había para todo. Desde lo que se había realizado a lo que se podía realizar.

Nunca quiso -y lo recalcaba- estar en primera línea. Te dejaba algún documento, con sus ideas, y una nota aclaratoria que casi a modo de película decía aquello de “destruir una vez leído”. Genio y figura.

Uno de los miembros de una generación que se nos va. De la de los señores de las cofradías. Los que hicieron buena parte de lo que ahora tenemos. Los que vieron a las cofradías subsistir con poco o nada, salidas de una Guerra Civil, y que admiraban la que podemos contemplar a partir de los noventa.

Otra pasta. Otra forma de ver también las cosas. Con carácter, mucho carácter, que así es como también salen adelante los proyectos. Y mucho trabajo. Nadie podrá discutir sus muchas horas de dedicación.

El cariño a las hermandades y la ciudad. Aunque en lo más reciente pueda quedar su pertenencia a la Comisión Pro Corpus también lo estuvo en muchos e importantes momentos en los que se solicitó su ayuda.

Pero eso, eso quedará guardado bajo algún dossier con los folios impregnados del traqueteo de una máquina de escribir que cesó ya como confidente de quien la tuvo como amiga.

“Pero lo veo, negro sobre blanco, en esa carta dictada en máquina de escribir en la que cada golpe de tecla me recuerda al redoblar de tambores en Lunes Santo.

En esa carta que Pepe Macías, mi admirado Pepe Macías, le ha escrito a su Cristo de los Afligidos en la que le dice que este año también lo seguirá acompañando por la calle de la Amargura. Y así hasta que Él quiera”.

Y hasta aquí ha querido el Señor en la tierra. Ahora, con su túnica romántica, seguirá viviendo el romance infinito uniéndose en el abrazo eterno entre su Cristo de los Afligidos y la Virgen de la Amargura.

Descansa en paz, Pepe.