Opinión - El cabildo

OPINIÓN: “No perdamos la esencia” – ‘El Cabildo’

Acabamos de dejar atrás una Semana Santa
de las más desapacibles de los últimos años, con varias hermandades que no han
podido realizar su salida procesional por las inclemencias meteorológicas
sabidas. Es momento ahora del análisis sosegado y exhaustivo, de evaluar
nuestras salidas penitenciales con el necesario espíritu autocrítico que nunca
debe faltar para reconocer con humildad donde nos hemos podido equivocar o que
cuestiones podrían ser susceptibles de mejora en años venideros para que las
salidas procesionales se reafirmen cada vez más como lo que son, públicos
testimonios de fe y elementos de evangelización en la calle.

Y es que, en estos tiempo de consumismo y
relativismo, resaltar los valores religiosos de nuestras
corporaciones penitenciales, no perder su esencia, se antoja necesario e
imprescindible si tenemos en cuenta el cada vez menor respeto que una buena
parte (es peligroso generalizar) de la sociedad actual siente por ellas y en
especial por la figura del nazareno-penitente, para muchos una figura
anacrónica cuya única misión es repartir cera a los niños y divertirlos para
regocijo de sus padres (los cuales se indignaran y jurarán en arameo si los
requerimientos de sus retoños no son convenientemente atendidos).

Esta difícil
situación a la que nos enfrentamos desde hace años y que simultáneamente están
sufriendo poblaciones de tanta tradición cofrade como Jerez o la mismísima
Sevilla, no es más que el reflejo de una sociedad carente de los más
elementales valores tanto morales como religiosos y en la que se están
perdiendo hasta las más mínimas normas de respeto, tolerancia y educación.
Además, si tenemos en cuenta que muchos jóvenes de hoy son buena parte de los
adultos del mañana, oscuro futuro se nos presenta a las hermandades dentro de
unos años cuando quienes acudamos a ver una procesión con alguna motivación
espiritual y no solamente como manifestación estética, folklórica o cultural,
seamos minoría, si es que no lo somos ya.

Ante este preocupante panorama, los cofrades y las
hermandades debemos responder autentificando y depurando todos y cada uno de
nuestros actos de culto, externos e internos, sin olvidar en ningún momento ni
ante cualquier circunstancia que lo que tenemos entre manos no es ni más ni
menos que manifestaciones sacras, con la responsabilidad que ello conlleva, y
no meros espectáculos para divertir a la población.

Bien haríamos, por tanto, en
despojarnos de actitudes poco serias; de protagonismos, lucimientos y alardes
innecesarios; de populismo y de todo aquello que desvirtúe el verdadero sentido
de una manifestación de fe. Sólo haciéndonos
respetar, actuando con la debida seriedad, conseguiremos ser respetados.

Y para aquellos que salen a ver
las procesiones con igual actitud que lo hacen en otras “fiestas” buscando
espectáculo y simple divertimento sin la menor intención de respetarnos,
recordarles lo bien que se está en la sierra o en la playa en Semana Santa.