A nadie se le escapa que desde hace ya algunos años estamos asistiendo a un importante
incremento en el patrimonio artístico de nuestras hermandades y cofradías,
tanto de penitencia como de gloria. A pesar de la crisis económica que nos
azota, se siguen acometiendo ambiciosos proyectos y se suceden casi de forma
continua los estrenos de nuevas fases de pasos, bordados, piezas de orfebrería
e incluso imágenes.
Afortunadamente
en la mayoría de las ocasiones se está apostando por la calidad de estas nuevas
obras y se están encargando a artistas y artesanos de reconocido prestigio, ya
sean locales o foráneos. Nombres como Manolo Guzmán, Hermanos Caballero,
Hermanos Delgado o “Paquili” Carrera, entre otros muchos, son buena muestra de
ello.
Además,
los actuales dirigentes cofrades están sabiendo tener la paciencia necesaria, dada
la magnitud de estos proyectos, realizándolos en distintas fases, poco a poco,
durante los años necesarios que garanticen un resultado final satisfactorio y de
categoría.
Lejos
parecen quedar, por tanto, aquellos tiempos en los que la ansiedad y la impaciencia
impulsaban a las cofradías a estrenar, de forma rápida y precipitada, elementos
y enseres con escasa o nula calidad y que a los pocos años era necesario
sustituir ya que pocas veces las prisas son buenas consejeras y en cuestiones
artísticas mucho menos.
Llegados
a este punto, me parece de justicia recordar que todo este esplendor
patrimonial no sería posible sin la colaboración generosa y desinteresada de
hermanos, fieles y devotos que de forma voluntaria convierten la devoción a
unas imágenes en puntadas en el terciopelo, golpes de gubia sobre el cedro o en
filigranas orfebres, permitiendo con sus aportaciones que las modestas,
modestísimas economías de las hermandades no se resientan a pesar de la
realización de estas obras y puedan seguir compatibilizando esta mejora patrimonial
con su constante, callada y poco conocida labor caritativa y social que en
estos tiempo reclaman la mayoría de sus recursos.
Pero
aún así, los más acérrimos detractores de las cofradías, seguirán aprovechando
estos estrenos, sustento económico y laboral de muchas familias andaluzas, para
escandalizarse por tanto supuesto malgasto porque, como suele decirse, el peor
ciego es aquel que se niega a ver.