Editorial

Ni vencedores ni vencidos

Este fin de semana nos deja el resultado de diversos cabildos, votaciones. Ese principal derecho que nos asiste a los que formamos parte de la nómina de una hermandad o una asociación. Se acaba la primavera y comienza el verano mañana mismo, y aún quedarán algunos días para que hermanos de distintas hermandades sigan ejerciendo su voto para depositar una confianza en un grupo de personas para trabajar en los próximos años.

Este pasado fin de semana nos dejaba dos momentos claves, dos votaciones en las que concurrían dos opciones distintas, como fue el caso del cabildo de elecciones en la Hermandad de Columna y las elecciones a la Junta Rectora de la asociación de Jóvenes Cargadores Cofrades (JCC).

Es el momento en el que el voto se moviliza. Podemos ver comparados con otros cabildos o votaciones importantes en las que no se suele movilizar tanto el voto, las cifras son claras. Toca decantarse. Una opción u otra. Buenos y malos. Los que están contra los que vienen. Jóvenes y mayores. Mis amigos y los que no lo son. Infinidad de divisiones que al final hacen que cada voto se decante por una u otra opción, o por ninguna de ellas.

Los hermanos -o socios- votan y se hace el escrutinio y sale un resultado. Y entonces viene el momento, otra nueva división: los que ganan y los que pierden. Vencedores y vencidos. Los que se quedan en el poder -más bien en la responsabilidad- y los que tienden a no aparecer tras un enfado en algunos casos considerable -tirando de histórico, no actual-. Y entonces las divisiones, salen restas.

Es momento también en hermandades de una sola lista, en las que remar conjuntamente, para aunar esfuerzos. No es tiempo de dividir y restar. Ni vencedores ni vencidos. Vienen momentos complejos, la vuelta a una normalidad que cada vez parece que la tenemos más cerca y que tocará saber afrontar con más manos que de costumbre, más sumas. Volver a lo que era será difícil, después de más de un año de una realidad compleja.

Ni vencedores, ni vencidos, ya que si entramos en esa disquisición, en la que en algunos casos se alarga por décadas y forma un mal endémico, al final, perderá la institución, que son todos los que la conforman. Perderá nuestra Semana Santa.