Editorial

Editorial: “Los tres toques de llamador del Consejo”

Se desvelaron las tres decisiones. Sí, no hace falta ponerle apellidos. Son las tres decisiones que cada año nos ponen en carrera de una nueva Cuaresma y por ende del tiempo que llevamos esperando desde aquel 5 de abril cuando se cerraron las puertas de San José Artesano.

Por Isaac Peral tocaban ayer noche a cónclave y a diferencia de años anteriores ninguna de las decisiones se podía prever. Este Consejo que tanto arriesgó el pasado año con cofrades jóvenes tenía una papeleta bastante complicada que quizás tornaba a un año de transición más que una apuesta de nuevo por opciones arriesgadas o poco controlables.

El primero de los toques quizás el que más controversia suscita: el Pregón, bueno no, el pregonero. Y es que muchos son los nombrados, y pocos los elegidos. Entre los nombres que proponen las hermandades y los que aportan los miembros de la Permanente se hace una lista que tendría un editorial de análisis propio, si supiéramos esos nombres claro.

Finalmente un sacerdote, gaditano de nacimiento pero en nuestra Isla desde hace más de tres años donde se ha ganado el cariño de quienes lo tratan a diario. Aunque en San Fernando conozcamos su faceta en los atriles en el Pregón de la Juventud, la Exaltación de la Eucaristía y la presentación del Cartel del Corpus, el Padre Pedro ya sabe lo que es enfrentarse a un Pregón de Semana Santa. Lo hizo en Vejer y en Tarifa, aunque reconoce que San Fernando es plaza de primera y que muchos serán los ojos que miren y mimen cada una de sus palabras de aquí hasta el Domingo de Pasión.

Acepta el encargo hablando de Misericordia (por aquello del año jubilar que se nos viene pronto encima) y pide que seamos benevolentes y asegura que muchos cofrades lo podrían hacer mejor que él. Le honran sus primeras palabras puesto que en esto de “los aspirantes a…” sobra mucha publicidad y falta quizás este sentido de la responsabilidad grupal, responsabilidad por nuestra Semana Santa.

El segundo de los toques llegó con cambios. Cuatro años de fotografías han valido para volver a la pintura. No es que el Consejo tenga nada en contra de las mismas sino que esto, como todo en la vida, va por modas. Y ahora toca volver a la pintura. Ni una cosa quita mérito a la otra, ni viceversa. Quizás la solución más lógica pasaría por un concurso en el que pintores, fotógrafos, diseñadores y quienes quieran presentar su forma material de anunciar la Semana Santa pudieran hacerlo en igualdad de condiciones. ¿O no?

Aquí se volvió a tirar de seguridad, de apuesta por lo conocido. De Juan Pérez Bey poco hace falta decir en lo cofrade ya que llegó para revitalizar una hermandad como la de la Expiración que estaba en horas bajas y que supo poner a la altura de lo que su historia y arraigo merecían. Por tanto conoce sobradamente las cofradías. Y en lo artístico, quizás lo importante en este encargo, son muchas las obras que hemos podido admirar. Además últimamente su andadura con los pinceles le ha reportado éxitos que esperemos se muestren en una gran obra para nuestra Semana Santa.

Y quedaba el último. Quizás llegó más tarde de la cuenta. Como ese tiempo añadido de los partidos de fútbol. Y se fue a uno de los barrios que cada año trae al epicentro de nuestra ciudad toda su fe convertida en hermandad. Humildad y Paciencia, una de las tres imágenes cristíferas de nuestra Semana Santa que quedaba por presidir este piadoso acto. 

Y un dato. Intenten conectar este triángulo que les presento: las dos hermandades que han sido designadas por el Consejo en estos dos años de legislatura -Misericordia y Humildad y Paciencia- y el propio Consejo.

Seguro que los cofrades de la Ardila ya andan pensando como llegar hasta la Iglesia Mayor. De que forma llevar a lo más preciado de ese barrio hasta el primer templo de la ciudad encuadrándose dentro de los cánones del Vía-Crucis del Consejo pero sin perder, seguro, esas señas de identidad que caracterizan a esta cofradía.

Sonaron los tres toques de llamador y se alzó esa esperanza nueva que nos hace volver al tiempo de espera, al que estábamos deseando que llegara. Cuando menos lo esperen estaremos contemplando la obra de Pérez Bey que nos llevará en ese trajín de vísperas. Esto amigos, como cuando suena el llamador en el interior de un templo, es signo inequívoco que ya ha empezado a terminarse. Disfruten.