La Isla cofrade sale al encuentro del Señor de la Columna y la Virgen de las Lágrimas



A veces, existen momentos, que te hacen reencontrarte con las inagotables ganas de Semana Santa. Si alguna vez dudaron -siendo cofrades- si esas ganas de niño habían pasado, si alguna vez dudaron en ese momento de participar o no en la fiesta grande de La Isla, acudan a ver a la Hermandad de Columna.

Y es que desde que hace una década comenzara la transformación de esta cofradía por años se consolida un rosario de detalles, de momentos, que llegan a tocar la fibra más sensible del cofrade. Absténganse quienes vayan buscando otra cosa que no sea una cofradía de barrio clásica. 

Se abren las puertas de la Iglesia Mayor y la plaza es un hervidero de gente. La luz va troquelando la figura de esos pequeños penitentes de antifaz morado. Toda la luz -y el calor- de una tarde de Domingo de Ramos. Y es que si los cofrades de Columna le ponen ganas el tiempo le puso ese puntito que faltaba para un día de cofradías en mayúscula. 

El paso de Jesús Atado y Flagelado a la Columna discurre por el mármol de la Iglesia Mayor y se posa a pocos metros del dintel. Se levanta. Y empieza a caminar, como lo haría después el resto de la tarde-noche, depurando los movimientos, acariciando cada maniobra. Es el camino, y ellos lo saben. 

El paso luce completo con la silla jamuga y los elementos pasionistas. La imponente imagen del Señor Atado y Flagelado concentra las miradas y la tamborería de la agrupación musical retumba en el pecho.

El cortejo avanza -pero no demasiado- ya que el andar pausado del palio de la Virgen de la Estrella hace que la Hermandad de Columna no pueda ir al ritmo que luego si marcarán al salir de Carrera Oficial hasta la recogida.

Dentro se levanta el palio de la Virgen de las Lágrimas, en recuerdo de Antonio Zaldívar Cruceira. El andar del palio es una fórmula que hace algunos años consiguieron encontrar y que desde entonces no se distancian de ella. 

Mecíos cortos, andando. La Plaza de la Iglesia se concentra en la mirada guapa de la Virgen de las Lágrimas. El cortejo sale al completo rematado por una Banda de Música de Enrique Montero que le viene como anillo al dedo con un repertorio seleccionado a conciencia. Cofradía de cruz a banda. 

La primera parte del recorrido es cuasi un pequeño paseo por la ciudad. Los hermanos de Columna hacen su itinerario para llegar a Almirante Cervera y que todo vuelva a comenzar. La llegada al barrio de la hermandad con calles engalanadas y petaladas. 

Todo es muy distinto. Comienzan a verse las caras de cada año. Pueden ser casi los mismos. Años y años de cofradías en muchos nombres de los que acompañan a los Titulares de Columna en ese paseo hasta llegar al templo. 

El misterio encandila y el palio pone el broche. Hasta el público se calla, como pasó con “La Madrugá” en la calle La Herrán. Vaya otro momentazo de la Semana Santa. 

Pues eso, que llega Columna a su barrio y entonces es Domingo de Ramos. Marchas clásicas al misterio -La clámide púrpura, Transitus Dominus, etc.- y otras que parecen compuestas para esta noche en el palio de las Lágrimas con toda la candelería encendida… ¡vaya noche!

El misterio llegó y entró entre aplausos, la Virgen igual. ¿Encuentro dicen? El de La Isla cofrade un nuevo Domingo de Ramos con el Señor de la Columna y la Virgen de las Lágrimas. 

Eso sí, un punto negativo. Todo esto no se repetirá hasta dentro de un año. Podremos y queremos esperar. (ISLAPASIÓN).

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