Hermandad del Nazareno

Nazareno y Dolores volvieron a encandilar a los isleños en una madrugada completa de sentimientos



Dos de la madrugada del Viernes Santo. En la plaza de la Iglesia no cabe ni un alfiler. En el interior, las túnicas moradas completan la nave central de un templo en el que las miradas tiene epicentro devocional en dos rostros: Jesús Nazareno y la Virgen de los Dolores. Y como aquí, en el resto de las calles que pisarán luego sus andas.

La puerta se abre, el ritual comienza. En los últimos tres años la hermandad no había podido completar su estación de penitencia tal como lo tenía previsto. Y eso pesa mucho en una hermandad como la del Nazareno. La expectación es máxima. La Semana Santa de La Isla llega a uno de sus platos fuertes. Las calles presentan sensaciones diferentes. Y entonces, cuando las parejas de penitentes de túnica morada dejan paso al cuerpo de ciriales, se obra de nuevo ese momento mágico: sale Jesús Nazareno.

A los sones de una incombustible y entregada Agrupación Musical Virgen de las Lágrimas los hermanos cargadores a las órdenes de Javier Padillo Cabrera bajan la rampa, al compás de las marchas, con el recuerdo siempre presente de los hermanos del Nazareno fallecidos en los últimos meses.

La rampa se hace eterna y los cargadores enfilan ya la recta de Real camino a la Carrera Oficial. De aquí al Ayuntamiento donde suena la marcha “Islapasión” entre tantas otras composiciones que los músicos de Lágrimas van poniendo con sus notas tras la zancada de Jesús Nazareno.

Pero, antes que eso, la Virgen de los Dolores. Quizás la gran olvidada de nuestra Semana Santa. La preciosa talla de dolorosa que acompaña a Jesús Nazareno en su discurrir por las calles de La Isla. Su palio se mueve en el interior de la Iglesia Mayor hasta que comienza la banda de la propia hermandad a interpretar las marchas. Mecíos a las bandas, carga añeja isleña.

La hermandad sabe que su único horario es el de la Carrera Oficial. Tras esto la cofradía se hace a las calles sin mirar el reloj. El siguiente punto importante del recorrido su paso por el Convento de las Capuchinas. Pero antes, en San Esteban, no podía faltar el recuerdo emocionado a Ignacio Bustamante al pasar por la que fuera su casa. Sonó “La Oración en el Huerto” tras el paso de Jesús Nazareno.

En Capuchinas mucho público, demasiado quizás, que adelantaron los primeros agobios de la madrugada -aunque este año no fueron tantos como en otras ocasiones-. El punto negativo los jóvenes de botellón en esta zona. No es culpa de la hermandad, tal vez tampoco de los agentes de seguridad que poco pudieron hacer. Pero lo que es seguro es que pasó y que incluso horas antes de su paso ya se encontraban personas bebiendo en esta zona. 

Las marchas se sucedían y se entremezclaban con las saetas que se contaron por decenas al llegar a la calle Ancha. Aquí ya la apoteosis de la cofradía. Amanecía en La Isla y Jesús Nazareno se encontraba en el último tramo de esta calle. Las aceras repletas de público que acompañaban andando junto al Señor en su paso, corto y a las bandas, hasta la confluencia con Manuel Roldán. Menos público con la Virgen de los Dolores que con los sones de “Jesús Nazareno” marcó una trepá emotiva en el mismo centro de la calle.

La calle Real esperaba, tras las curvas de Capitanía, a revivir momentos que por la inclemencia meteorológica habían faltado en los últimos años. La masa de cofrades acompañaba a Jesús Nazareno. Trepás cortas, suaves movimientos bajo los palos para llegar a una plaza de la Iglesia abarrotada. 

Llegó Jesús Nazareno, y de nuevo sonó “Islapasión” la marcha dedicada a esta web. Los cargadores salieron del paso entre aplausos y dejaron allí al Cristo de la madrugada isleña esperando la llegada de su Madre de los Dolores. La Virgen llegó pero, cuando aún distaba algo más de cien metros el paso del Señor se levantó y fue en busca del palio.

Desde aquí mecíos conjuntos. Hasta que el palio de la Virgen de los Dolores entraba tras la interpretación de “Mi Amargura”. Sólo quedaba Jesús Nazareno en la plaza. Dos marchas y el himno restaban para terminar una madrugada que se dio por finalizada a las once de la mañana cuando el primero de los pasos de esta cofradía se posaba en el mármol del templo.

Madrugada completa. De recuerdos. De vivencias y emociones contenidas, y no contenidas. Jesús Nazareno y la Virgen de los Dolores.