Misericordia convierte en Jueves Santo una noche de noviembre para cerrar el Año Jubilar
No fue como un Jueves Santo cualquiera, fue mucho más que un Jueves Santo en todos los sentidos. Y es que ayer la Hermandad Sacramental de la Misericordia vivió una jornada histórica coincidiendo con la clausura del Año Jubilar de la Misericordia en la ciudad de San Fernando.
Pasadas las siete de la tarde ya eran muchas las representaciones de las distintas hermandades y cofradías de la ciudad que se agolpaban en la calle Marconi junto a la puerta lateral del templo para participar de la peregrinación que serviría de clausura de este Año Jubilar que se viene celebrando desde el pasado mes de diciembre.
Y es que había ganas de ver al Titular cristífero de la Misericordia en esta noche de noviembre de un día que en lo meteorológico fue mucho mejor que algunas jornadas de Semana Santa de plena primavera.
Los cofrades de Misericordia tuvieron que esperar al término de la eucaristía de siete de la tarde en el templo pastoreño para mover el paso y ponerlo en carrera. Ya estaban las luces de los candelabros encendidos y la Cruz de Guía se disponía junto a la puerta que da acceso a la Plaza de la Pastora.
Por parte del director espiritual del Consejo y arcipreste de la ciudad, Alfonso Gutiérrez Estudillo, se comenzó un rezo previo a esta peregrinación que tenía como organizador al Consejo de Hermandades y en el que participaron todas las corporaciones salvo la Archicofradía de Medinaceli por estar en esos momentos celebrando su cabildo de elecciones.
Una a una fueron saliendo por el dintel de la Iglesia de la Pastora la representación de las distintas hermandades y cofradías de la ciudad así como la presidencia formada por los miembros de la Hermandad de la Misericordia.
Se silenció la plaza cuando los toques del llamador sonaron en el interior del templo. El presidente del Consejo de Hermandades, José Manuel Rivera, el arcipreste de la ciudad, el Rvdo. P. Alfonso Gutiérrez Estudillo y el párroco de la Divina Pastora, el Rvdo. P. Luis Palomino Millán dieron los tres toques para que el paso se elevara sobre el mármol de la Pastora. Y así empezó el peregrinar hacia la Iglesia Mayor.
En la misma plaza de la Pastora, y tal como adelantábamos en la jornada de ayer, fue la alcaldesa de la ciudad Patricia Cavada quien tuvo el privilegio de tocar el llamador. Llegó, levantó y se fue, como llegan, levantan y se van los pasos con andar poderoso en Semana Santa y que solo da tiempo a hacerles una fotografía.
Desde la Plaza de la Pastora el cortejo enfiló Marconi para recorrer el habitual itinerario por Santo Domingo y Cardenal Spínola. Aquí uno de los momentos más extraordinarios de la jornada el paso por las calles Murillo y la Herrán uno de los anhelos más constantes de esta cofradía en la tarde del Jueves Santo y que por la dificultad en la maniobra del paso de palio de la Virgen de la Piedad se descarta cada año. Pero ayer no era como un Jueves Santo cualquiera, y por ello el paso por estas calles dejó un gran sabor de boca a los cofrades que lo veían desde la acera.
Mucho público al llegar a la Iglesia Mayor mientras los cofrades de las distintas hermandades se iban colocando en los bancos del primer templo de la ciudad.
El paso cruzó el dintel y atravesó por la nave lateral mientras comenzaban a escucharse las voces de la Coral Logar de la Puente que una vez más consiguió ser el acompañamiento musical apropiado a un acto de este tipo.
La celebración religiosa comenzó con parte del clero de la ciudad en el altar de la Iglesia Mayor oficiando el que ha sido el cierre en nuestra ciudad del Año Jubilar.
El aspecto que tenía el primer templo de la ciudad era de lleno rotundo. Fueron muchos los cofrades -y no cofrades- que siguieron la eucaristía de pie en las naves laterales del templo.
Durante su homilía el arcipreste de la ciudad quiso enfatizar sobre el sentido del Año de la Misericordia y como ver en el día a día las obras de misericordia en nuestro ámbito más cercano.
Mientras terminaba de repartirse la comunión entre los fieles el paso de Jesús de la Misericordia volvió a levantarse por su cuadrilla en el interior del templo mientras se configuraba un cortejo formado por los hermanos de la corporación así como las representaciones de las hermandades del Carmen, Soledad y Santo Entierro.
De nuevo una Plaza de la Iglesia con bastante público acogía la llegada entre los sones de un pasacalles de la Agrupación Musical Esencia que se disponía en un lateral del templo.
El cortejo salió con un andar más pausado que en el traslado hasta la Iglesia Mayor. El paso se movía parsimonioso por los últimos metros del suelo de mármol para salir a las calles cuando pasaban las diez de la noche en el reloj del primer templo de la ciudad.
Marchas de corte alegre con compases aflamencados fueron sucediéndose durante todo el camino en un acompañamiento musical que gustó también por lo extraordinario ya que nunca antes Jesús de la Miserircordia fue acompañado por una agrupación musical.
En la calle García de la Herrán, tras el paso por la Plaza de la Iglesia, llegaron algunos de los momentos más emotivos. Una saeta cantada a pie de calle con una voz rasgada comenzaba a trasladar esa noche de noviembre -que se empezaba a tornar fría- en el mejor de los Jueves Santos que se recuerdan.
Y es que la combinación de las marchas con la saeta y una petalada al paso del Señor por esta calle comenzaron a entonar en cofrade este traslado de vuelta a la Pastora.
Hasta llegar a las Capuchinas se seguían sucediendo las marchas y el público se mantenía. No eran aún las doce de la noche y los cofrades quisieron seguir acompañando al Nazareno de la Pastora.
Emotivo encuentro con las Madres Capuchinas en el giro del paso al llegar a la ventana donde cada año saludan a los Titulares de las distintas cofradías.
Desde Capuchinas por Churruca hasta llegar a la calle Jesús de la Misericordia. Sin duda fueron muchos los hermanos -y cofrades en general- que al ver el ambiente, la devoción de sus vecinos y los momentos vividos que plantearon la opción de recorrer esta calle cada Jueves Santo en detrimento del paso por Ancha.
En esta calle la hermandad brindó una levantá al cuerpo de acólitos que desde hace cinco años acompaña a los Titulares de la cofradía por las calles de La Isla así como participa en las celebraciones religiosas de la hermandad durante el año.
El paso andaba corto, muy corto, con andares tradicionales en su carga que nos llevaban a otras décadas pasadas y con el ya consabido retraso que se veía venir en este punto con respecto a la hora de recogida en la Pastora. Pero era el día de la Misericordia y el reloj no iba a parar las ganas de llevar al Titular de estos cofrades por las calles del barrio pastoreño que habitualmente no recorre en Semana Santa.
La vuelta al barrio conllevó trepás más largas -algunas a tambor- para intentar recuperar el tiempo perdido en las calles del centro de la ciudad. Pero no pudo ser. Era el momento de la calle Santa Cruz también adornada por los vecinos con banderas y reposteros. Ya se notaba que pasaba la una y media de la madrugada -hora prevista para la recogida- y el frío hacía mella en el público. Mucho menos que en el principio del traslado de vuelta y la hermandad supo traducir esto en un ritmo menos pausado.
La calle San Dimas sirvió de nexo hasta Marconi en la que el paso paró el ritmo de nuevo y se acompasó con las marchas. Ya en la Plaza de la Pastora -con algo más de público- llegó el misterio de la Misericordia al que aplaudieron en algunas ocasiones al término de solos o marchas.
Pasaban las dos y media de la madrugada -con algo más de una hora de retraso sobre el horario previsto- cuando a los sones de “Al Señor de la Misericordia” el paso se posaba de nuevo en el mármol de la Pastora. No sonó el Himno Nacional pero sí un gran aplauso a la formación musical que acompañó durante el traslado de vuelta a Jesús de la Misericordia.
Un rezo iniciado por su Hermano Mayor, Antonio Moreno Olmedo, clausuraba ya con las puertas cerradas y entre sus hermanos esta jornada histórica para los cofrades de la Misericordia que pusieron con su salida extraordinaria el punto final al Año Jubilar. Lo dicho algo más que un Jueves Santo. (ISLAPASIÓN).