Sin duda los gaditanos tiene en cada siete de octubre una cita ineludible con la Virgen del Rosario, su Patrona, y así se pudo ver ayer en unas calles atestadas de fieles que no quisieron perderse ningún momento de las casi cuatro horas de una procesión que sigue destacando por las amplias representaciones de las distintas hermandades y cofradías gaditanas.
A las siete y cinco de la tarde el paso de la Virgen ya estaba en el Compás de Santo Domingo, este año huérfano de público por la infraestructura que se estaba instalando para el espectáculo previsto para la recogida de la procesión. Después de una milimetrada maniobra con el paso a ruedas para superar la estrechez de la puerta del templo, la cuadrilla de cargadores comandada Juan Pidre (una de las dos que portaron ayer a la Patrona) levantaba el paso y comenzaba su caminar a los sones de «Virgen del Rosario» en los instrumentos de la Banda de Música del Maestro Dueñas.
Con cierta agilidad fue discurriendo la procesión por la calle Sopranis, donde resultó muy lucido el paso tanto por el elegante andar de la cuadrilla y su conjunción con la banda portuense como por el exorno que enriquecía toda la calle. En pocos minutos, el paso llegaba a una plaza de San Juan de Dios con bastante público presenciando el cortejo. Entre ellos, los ancianos de la residencia cercana, que junto a un grupo de voluntarios y de trabajadores del centro pudieron disfrutar con el paso de la Virgen en primera fila, justo delante de la fachada del Ayuntamiento (por donde este año discurrió la procesión).
El tramo más íntimo de la procesión llegó en Pelota, Cobos y Cristóbal Colón, para salir después a la amplitud de Canalejas, a la que tan reticentes suelen ser las cofradías por los temores del viento y del frío. Eran las nueve menos cuarto de la noche cuando el paso de la Virgen del Rosario se plantaba en la Avenida Ramón de Carranza.
Y tras aprobar con nota el nuevo itinerario, la Patrona se adentró en el tramo final de su itinerario. Un recorrido que se haría con las luces de la calle apagadas y con un cañón de luz que iluminó en su discurrir al paso de la Virgen. A todo ello se unió la intervención del coro de Julio Pardo poniendo voz a varias marchas, además de cantando una versión de la Salve Marinera. Con estos ingredientes llegó de nuevo a Santo Domingo la Patrona cuando pasaban las diez y cuarto de la noche.
Finalizaba así una procesión en la que la Virgen del Rosario se abrió a nuevos caminos. Y en esas poco más de cuatro horas de procesión, la ciudad de Cádiz -engalanada en muchas de sus fachadas y balcones y repleta de público en las calles- descubrió a su vez nuevos espacios en donde disfrutar de la Patrona. (ISLAPASIÓN).