La luz de la tarde y cientos de fieles acompañan al Nazareno hasta la Sagrada Familia
¿De qué color es la cara del Nazareno? Quizás un comienzo de una crónica algo distinto. Pero es la pregunta que se hacían hoy los fieles que se agolpaban en la puerta de la Iglesia de la Pastora. ¿De qué tonalidad es la tez morena? ¿La de la madrugada del Viernes Santo? ¿La de una tarde en el altar de mármol de la Iglesia Mayor? ¿La que juega con los colores de las vidrieras con los rayos de sol que entran desde un lateral del primer templo de la ciudad? ¿El de la mañana del Viernes Santo?
Todos son, pero faltaba uno. Faltaba el de la luz dura de una tarde cuasi veraniega como la de hoy. Eran las siete de la tarde y el cortejo de hermanos nazarenos se formaba en el interior de la Iglesia de la Pastora. Comenzaba a andar por la plaza mientras los rayos de sol empezaban a pespuntear la dorada canastilla de la parihuela. Sonaban las campanas. Dorado canasto, incienso que lo nubla y la luz dura que cuarteaba al Señor de La Isla.
La túnica persa reluce en cada puntada mientras el moreno de la cara de Jesús Nazareno torna a una tonalidad desconocida. Es la segunda jornada de la peregrinación entre parroquias y siguen ofreciéndose nuevos detalles. Nuevos momentos. Como el paso por la calle Escultor Alfonso Berraquero dividido en dos. El primero en la casa de hermandad de Ecce-Homo, junto a los cofrades del Lunes Santo, y otro antes de salir a Escaño en el rótulo de la calle. Regalos también para el Regidor Perpetuo con la firma misma de aquel que sanaba esos colores en la talla que se van maquillando con el tiempo.
La bajada de la calle Escaño con toda la luz de espaldas hacía difícil mirar cara a cara a Jesús Nazareno que bajaba entre el verde del arbolado buscando el Castillo de San Romualdo. Y aquí un nuevo momento. Ya que la parihuela se giró recordando orígenes pasados. Y es que 250 años dan para mucho.
Hasta para llegar a la Venta de Vargas. ¿Quién le iba a decir a todos aquellos que han dejado sus gargantas cantando esa vinculación del flamenco y el Nazareno que lo verían pasar por el templo del cante en nuestra tierra? Allí dos hermanos, dos voces que suenan a antaño. Carolina y Jesús Castilla. La Saeta y la oración en forma de cante; que es como rezar dos veces.
Deja el Nazareno la Venta de Vargas al fondo y busca un puente. Una multitud lo arropa. La gente que está en un restaurante de comida rápida mira asombrada. Son otras estampas, otros contrastes. Jesús Nazareno que sobrepasa los cambios. Todo pasa y solo Él queda. Pero volvamos al puente. Medianera entre barrios y por eso a mitad del mismo estaba el párroco de la Sagrada Familia y las hermandades de la barriada de la Bazán: Gran Poder, Tres Caídas, Rocío y la agrupación parroquial de la Reina de los Ángeles.
Como cuando alguien viene a casa y lo recibes. Y lo recibes como se debe. Y por eso cada uno pone lo mejor que tiene. Y que mejor banda sonora que los piteros rocieros acompañando a Jesús Nazareno.
La bajada del puente con un cortejo ya más alargado sigue siendo un ir y venir de cabezas que flaquean a la parihuela. De lejos parecería que la misma surca a esa multitud.
Ya está en el barrio de la Bazán y el recorrido por los bloques que saben de números le lleva hasta la misma plaza frente a la iglesia. El templo está oscuro, solo con las velas que alumbran a los altares. Entra el Nazareno y el templo se queda pequeño.
La oración, el comprender el Evangelio, los regalos y parabienes. Como debe ser. Y Jesús Nazareno presidiendo el altar mayor. Así queda la escena. Ya son otras luces las que lo alumbran, de la dureza de la tarde a las blandas que juegan con el incienso dentro del templo.
¿De qué color es la cara del Nazareno? Son tantas y tantas otras por descubrir en este camino de los próximos días. Jesús Nazareno, de la Pastora a la Bazán redescubriendo la tarde. (ISLAPASIÓN).