José Luis Cordero le abre la puerta a la resurrección de la Semana Santa
Que bonita es la vida cuando llega la primavera. Que bonita es la vida junto a las cofradías. Y que bonita es la vida cuando sabemos que tras dos años volverán las hermandades a procesionar por las calles de La Isla. Mensaje claro y contundente del pregonero de la Semana Santa de 2022, José Luis Cordero Baro.
Y es que ho se han vuelto a abrir las puertas del Real Teatro de Las Cortes para anteceder en la palabra, en el verso, en las marchas, en el cante y en los sentidos a una nueva Semana Santa, la Semana Santa del regreso que hoy ha tenido en esta exaltación su cuenta atrás más marcada. Ya no existen excusas, ya todo está dicho, solo queda animarse a vivir la Semana Santa de pitón a rabo, completa, en su magnificencia y en sus pequeños detalles.
Y es que el Pregón de José Luis Cordero anima a eso, a viviarla intensamente en una glosa que ha tenido pinceladas muy personales, que ha ido de la risa a las lágrimas de emoción, de los cofrades veteranos a los más jóvenes en un compendio de Semana Santa de hoy.
Cordero Baro, cofrade de Medinaceli y devoto rociero, tuvo la virtud de hacer de su pregón un texto afable, coloquial y cercano. Pero también durante este Pregón de la Semana Santa fue la voz del cofrade contenida durante casi dos años que rompe con ganas para proclamar alto y fuerte lo que todos esperaban tras la espera más larga, «que en tan sólo una semana, que en tan sólo siete días, será Domingo de Ramos y a las calles de la Isla… ¡Volverán las cofradías!».
Con un Teatro llenó a rebosar, su pregón llegó acunado por los clásicos sones de Rocío y la indispensable Amarguras -interpretadas por la asociación cultural musical San José Artesano- y también, claro, por las cariñosas palabras de su presentador, Jesús Domínguez Martínez. Y con un ritmo elegante, José Luis Cordero se dedicó a hablar de una Semana Santa doméstica, familiar, plagada de cotidianidad y repleta de nombres propios y de sentidos y emotivos recuerdos y homenajes a los que milagrosamente hizo hueco en hora y pico de Pregón.
Así fue, por ejemplo, de la nostalgia y de los recuerdos de la infancia a esas costumbres que guarda cada casa y que se repiten siempre llegados estos días. O de esas estampitas y calendarios que hablan con inmenso amor de la imagen del Nazareno, el Regidor Perpetuo «porque es el que manda» en La Isla; a los célebres «ratitos» en los que tantos proyectos cofrades se han fraguado; de la Semana Santa del ayer y de los cofrades veteranos a los jóvenes que hoy lidian con las juntas de gobierno en los convulsos tiempos modernos; de las tertulias cofrades entre amigos, con café y torrijas en la mesa, a sus vivencias de recién casado con una mujer poco proclive a darlo todo en la calle por la Semana Santa que al final terminó ganando para la causa…
Pero esa aparente sencillez del Pregón tenía trampa, porque a través de ella supo llevar al auditorio hasta asuntos de mayor enjundia: la fe del cofrade o cómo vivir la Iglesia desde una hermandad, ese «tú me elegiste Señor» que dedicó a su Cristo de Medinaceli, esa oración para «que tó esto sirva para algo» que acompaña cada año a la primera en la calle, esa manera que tuvo de poner de relieve el compromiso social de las hermandades o ese fragmento del pregón que dedicó a Jesús Sacramentado recordando cómo de niño le enseñaron que lo primero que había que hacer al entrar en la Iglesia era rezar ante el Sagrario.
En el Pregón, cómo no, estuvo presente la inevitable y alargada sombra de la pandemia y de los dos años de forzada ausencia de hermandades en la calle, que dieron a José Luis Cordero el punto de partida de un texto que inició recordando las precursoras palabras de ese pregón nunca dicho del difunto Daniel Nieto que han estado muy presentes en estos dos años sin cofradías: «Que, aunque hoy no hubiera pregón ni pregonero, habría Semana Santa, y aunque no hubiera Semana Santa tal y como la vamos a conmemorar, habría Domingo de Resurrección».
Por eso, la osada puesta en escena del escenario, con los romanos de Humildad y la Magdalena de Desamparados recreando el hallazgo del sepulcro vacío en la mañana de Pascua, tampoco desentonó para hablar de lo que es el final de una larga espera y el regreso de los días más gloriosos de la ciudad después de atravesar ese largo camino por el desierto que han sido los dos años de pandemia.
Y por eso también su énfasis en proclamar que por fin llegó la hora: «¡Cofrades, por fin llegó nuestra hora! ¡La de vivir todo lo que durante este tiempo ese maldito virus nos ha privado! ¡Cofrades salgamos a las calles, a los balcones, a las plazas, a las puertas de las Iglesias, a los puentes, a los callejones, vayamos a los barrios! ¡Metámonos en las bullas, disfrutemos el ambiente, y respetemos también el silencio! En definitiva, ¡Vivamos, que sólo es una semana! ¡Que ahora es el tiempo el que manda! ¡Y no hay excusa que valga, para perderte este año la vuelta de nuestra Semana Santa!».
Porque ese fue otro de los leitmotiv de José Luis Cordero después del largo paréntesis impuesto por el coronavirus: una suerte de carpe diem cofrade, una invitación explícita a vivir plenamente lo que toca y a disfrutar del momento que, emocionado, lanzó recordando y haciendo suyas en este Domingo de Pasión esas palabras tan de Isa Reula, a la que dedicó también uno de los pasajes más conmovedores del Pregón: «Qué bonita la vida».
El sorpresivo e insólito cierre al Pregón que anuncia el regreso de la Semana Santa y de las cofradías en la calle llegaría, de hecho, con esa canción de Dani Martín, que se interpretó solo con el acompañamiento de una guitarra, un gesto que desató la ovación de un público al que José Luis Cordero consiguió dejar estremecido con este cierre.