Dolores de Servitas regresó a la Iglesia Mayor en un alarde de clasicismo cofrade
Ayer la Virgen de los Dolores de la Orden Seglar de los Siervos de María -Servitas- regresaba a su templo tras dos jornadas de visita a los templos de la Compañía de María y la Iglesia del Carmen con motivo de los 600 años de la fundación de las órdenes terceras servitas a nivel mundial a través de una bula de Martín V a por la que se dota de unas reglas de vida propias a estas órdenes.
Un traslado de regreso que comenzaba minutos antes de las diez de la noche por las exigencias horarias del Trambahía para el cruce de la calle Real a la altura del templo carmelitano. Y un traslado marcado por una estética muy diferenciada al resto de los dos días puesto que en esta ocasión la Santísima Virgen iba portada sobre la parihuela de la Virge de los Dolores de Sanlúcar de Barrameda con varales y peana de la Virgen de los Dolores del Nazareno de San Fernando en una estampa que gustó mucho desde primera hora que se pudo contemplar en la Iglesia conventual del Carmen.
El cortejo conformado además de los hermanos Servitas por las representaciones de las hermandades del Santo Entierro y Virgen del Carmen estuvo arropado por una representación del Secretariado Servita de Andalucía en la presidencia del mismo. El acompañamiento musical, otro de los grandes alicientes de la jornada, estuvo a cargo del Coro San Juan de la Cruz junto al trío de capilla Lignum Crucis en un derroche de buen gusto interpretativo.
Quizás lo menos llamativo de este tercer y último traslado fue el recorrido, para salvar la coincidencia de la calle Real, desde la Alameda del Carmen hasta la llegada a las inmediaciones del ayuntamiento isleño, recorriendo el mismo itinerario que en los dos últimos años hace la Patrona en su traslado para participar en el Corpus Christi. La ausencia de presencia policial en esta parte también hizo que el cortejo conviviera con vehículos en buena parte del mismo. Tampoco acompañó la actitud de parte del público que no supo respetar la idiosincracia de esta corporación en la calle, evitando guardar silencio a su paso, o al menos no vociferar.
Pero desde principio a fin del cortejo, y especialmente junto a la Santísima Virgen, fue un derroche de clasicismo cofrade, con la dolorosa tocada con su espectacular corona de plata o luciendo el manto de salida de cada Miércoles Santo en esta estampa irrepetible.
A la llegada a la Iglesia Mayor, también con parones para el encaje con el Trambahía, se vivió otro de los momentos más rotundos de estos traslados. En el interior del primer templo de la ciudad la soprano Lola Martínez regaló un Ave María como punto final de estas jornadas, enturbiado por quienes no saben a veces donde están ni la educación que dan a sus hijos.
Tres días que han puesto en valor algo que no lo necesita, como es la primorosa dolorosa Servita por las calles de nuestra ciudad, descubriendo quizás una de las obras de mayor valía artística de cuantas atesora La Isla.