Caridad y Salvación: la dualidad perfecta entre barrio y sobriedad
La Semana Santa comienza en la Castrense bajo la mirada de la Virgen de la Caridad que recoge en su regazo al Señor de la Salvación. Orígenes cartageneros y tintes castrenses. A las 19 de la tarde se abrieron las puertas de la Parroquia Vaticana y Castrense de San Francisco para el discurrir del cortejo de la corporación. Llamaba la atención el aumento del cortejo de penitentes con respecto al año anterior (aunque sin llegar a esos números de la década de los 90) en uno de los cortejos más numerosos de nuestra Semana Santa. Numeroso público se agolpaba a lo largo de los metros iniciales del recorrido. Escasos minutos antes de las 19:30 se vislumbraba ese joyero de plata que están realizando los Hermanos Delgado desde el año 2008 y que estrenaba nuevos paños en el canasto, un canasto que prácticamente se encuentra casi finalizado en cuanto a la plata se refiere y que cuando esté acabado será uno de los referentes de nuestra Semana Santa. Como es habitual, sonó la marcha “Caridad para mi Hijo” que cumplía el XXX aniversario de su composición. La Virgen de la Caridad lucía diadema de plata, así como el manto del 75 aniversario realizado por José Muñoz en su primera fase y la saya de Manuel Chantres.
Tras el manto de la Dolorosa se disponía la Banda de Música de la Asociación Cultural “Maestro Agripino Lozano” que, como es habitual cada Martes Santo tiene ese repertorio dual propio de una corporación que tiene dos partes bien diferenciadas: la primera desde la salida hasta Carrera Oficial donde prima la sobriedad y recogimiento con marchas de corte fúnebre y clásico. En este recorrido inicial, la corporación tuvo un ritmo rápido teniendo minutos de adelanto con respecto a los horarios marcados. Hay que destacar el paso por el Callejón Capataz Nicolás Carrillo y por supuesto la Carrera Oficial donde, y gracias al buen criterio de la Hermandad, sonaron las marchas dedicadas a la corporación y que sirvieron para finalizar esta parte del recorrido más oficial y la primera parte sobria habitual de la Cofradía.
Pero llega Tomás del Valle y las calles de su barrio, y ahí comienza la Caridad de los años 90, la del barrio de San Francisco, la de los claveles blancos y el alumbrado eléctrico. Se suceden las saetas, los focos y los gritos y las marchas. Desde 2019 no pasaba la corporación por las Siete Revueltas y se noto en el ambiente y el público, llevándose la Virgen más de media hora en las calles Pece Casas y Bravo. Sin lugar a duda uno de los momentos más bonitos del recorrido fue el tramo comprendido tras el final de Bravo y desde la calle Lanuza hasta la Plaza Rodríguez de Arias, así como la bajada de Tirso de Molina donde se sucedieron marchas isleñas sonando los clásicos del tándem Puntas/Huertas: “Cristo Rey” y “Jesús Nazareno” así como la marcha “La Piedad”, momento apoteósico para la cuadrilla de la JCC que la portaba y uno de los momentos más emotivos de todo el recorrido. Un recorrido de vuelta que recuperaba, tras las obras de Héroes de Baleares el itinerario propuesto en 2019: Pece Casas, Bravo, Lanuza, Héroes del Baleares, Menorca, Plaza Rodríguez de Arias, Lezo, San Bruno, Tirso de Molina, Velarde y la tradicional subida por Lope de Vega.
Un itinerario que potencia el barrio de San Francisco, calles, algunas de ellas ya transitadas por las hermandades de este barrio durante años. Una subida de la calle Comedias que fue muy esperada por el público allí presente y que tuvo una cierta dicotomía musical, llevando a la Señora de la Caridad, entre vítores y saetas al tramo final de su itinerario donde, a los sones de “Caridad para mi Hijo” volvía a entrar al filo de las 1:30 horas. Un detalle bonito, como viene siendo habitual desde hace años, fue el dejar las puertas abiertas y cerrarlas con el final de la composición del recordado Pepe Ribera. Martes Santo de Caridad y Salvación, de dualidad y contrastes y de un amor sin mesura de un barrio a una dolorosa con aires cartageneros.