Un Vía-Crucis para unir las devociones y fe de los cañaíllas
Jesús Nazareno junto a la Virgen del Carmen. Quizás podría ser con esa frase toda la crónica de un Viernes de Dolores muy especial. Quizás en esas ocho palabras se pueda resumir la fe y devoción en grado sumo de San Fernando, la fe y la devoción de un pueblo en más de tres siglos y en miles y miles de isleños postrados ante sus plantas. En ocho palabras unir como une la calle Real los dos orígenes de una ciudad que es sin duda mucho más, pero que es y será siempre Nazareno y Carmen.
Lo de ayer, Viernes de Dolores, es también mucho más que seis horas, mucho más que filas de hermanos antecediendo a una parihuela, mucho más que todo eso, pero es todo eso. Si enumeráramos momentos seguro que al menos nos saldrían catorce, los catorce lugares en los que se reazaron cada una de las estaciones del Vía-Crucis y que daban sentido y forma a todo lo que se pudo ver ayer en las calles.
Nos quedamos solo con alungos apuntes. Tras la salida, el recorrido hasta San Francisco se hizo quizás en algo más de tiempo de lo esperado, pero ¿no habíamos esperado dos años? Por unos minutos más… Y llegó el Nazareno a San Francisco. Allí esperaban las dos imágenes que ponen sentido a La Isla cuando la madrugada del Viernes Santo cae sobre la ciudad. Por un lado el Cristo de la Expiración que esperaba tras finalizar su Vía-Crucis y por otro Jesús Nazareno en su dorada parihuela. Momento íntimo, el silencio de los hermanos en el interior del templo y una de las obras cumbre de nuestra Semana Santa junto a otra que lo es también por añadidura. Así se vivió este momento, íntimo en el interior, abarrotado de fieles en el exterior.
Y de San Francisco al Carmen con el momento de paso por el Colegio de la Compañía de María y la llegada al templo carmelitano. El templo con las luces apagadas, solo la luz del camarín de la Patrona. Sonaba ‘Jesús Nazareno’ en el órgano que mejor suena en San Fernando. Así, lentamente, la parihuela con Jesús Nazareno se fue adentrando hasta llegar frente por frente a la Virgen del Carmen. Allí se rezó, se agradeció y se tuvo un momento de fraternidad absoluta entre ambas corporaciones. Jesús Nazareno llegó para dejar como regalo a la Patrona de un cetro dorado, como colofón a este hermanamiento que se mantiene desde hace unos años.
La parihuela levantó y se fue como llegó, con leves movimientos y mientras sonaba el Himno del Centenario del Patronazgo de la Virgen del Carmen. Y del Carmen por la calle Carmen hasta el centro neurálgico de las callejuelas para vivirla junto a sus vecinos, Parroquia de San Marcos, la calle Comedia, el Centro de Salud de Rodríguez Arias -por los sanitarios- y la capilla de La Salle. Y es que las puertas de la capilla se abrieron para unir a Jesús Nazareno junto a Cristo Rey y la Estrella. Como será el Nazareno que hasta adelantó la Semana Santa.
Pero quedaban al menos dos guiños, como esos dos últmos pases de una tanda de un torero. El primero con su banda, la de música que lleva su nombre. Lo esperaban en la Plaza de San José junto a la Hermandad de los Desamparados. Sonaron ‘Jesús Nazareno’ como no podía ser de otra forma y ‘Mariúpol’ por las víctimas de la invasión rusa en Ucrania. La música no faltó como no faltó la Hermandad de la Soledad en el almacén más antiguo de la ciudad, en su casa de hermandad, para rezar en su 275 aniversario fundacional la penúltima de las estaciones antes que el Regidor Perpetuo cruzara el dintel cuando el reloj marcaba las dos de la madrugada.
Dos de la madrugada de unos días antes. Del día, de la madrugada, en la que entonces sí, todo volverá a ser. Como lo fue ayer el Vía-Crucis que unió a las dos devociones más importantes de San Fernando. Nazareno y Carmen, Carmen y Nazareno. La Isla en suma.