Semana Santa Sevilla y provincia

Una procesión histórica desde el Santo Ángel de Sevilla con el Cristo de los Desamparados

Las campanas del Santo Ángel repicaban al unísono en el momento en el que el paso se levantó a los tres golpes de martillo en el interior del templo. El reloj marcaba las 19:40 horas cuando la silueta del crucificado se entrecortaba con la puerta que daba acceso a la calle Rioja. La portentosa talla que ideara Juan Martínez Montañés cuatro siglos atrás volvería a salir a la calle bajo una multitud que miraba, bajo la luz de la tarde, a uno de los grandes prodigios de la imaginería española.

Sobre el paso de San Bernardo, con codales morados y exornado por la floristería onubense de Antonio Rivera, el paso lucía un monte soberbio compuesto por rosas, calas, claveles, eringium, lisiantum, celosías, corales, orquídeas y aliums.

A las 19:30 horas se abrieron las puertas del templo conventual para dar comienzo a esta procesión extraordinaria que quedará marcada en la historia. Minutos antes, los hermanos Villanueva preparaban a sus costaleros. El termómetro marcaba 35º. Una oración del prior Juan Dobado, artífice de todo esto, preparaba al cortejo antes del comienzo, formado por más de 15 hermandades donde destacaba la presencia de las corporaciones de la parroquia de la Magdalena, San Bernardo (que cedía el paso), la Lanzada (ultima cofradía donde salió esta imagen hasta 1915), la Macarena, la Estrella, los Gitanos o la Esperanza de Triana, entre otras.

El momento de la salida fue único, irrepetible. El capataz mandó los cuatro zancos a tierra. Apenas unos centímetros separaban el dintel del cajillo de plata que remata la cruz. La experiencia de Manuel Villanueva ante los pasos fue clave para obrar el milagro. Tras ello, el himno nacional dio paso a un tambor destemplado, fúnebre y de tonos cuaresmales. Así sería durante todo el trayecto y este era el carácter que querían imprimir los carmelitas: una procesión de rogativas como las de siglos atrás. Primero «Ione» de Petrella, después «Mektub» y finalmente «El Refugio de María» de Manuel López Farfán para alcanzar la calle Velázquez; repertorio de puro Sábado Santo y los acordes de una de las mejores bandas de música del panorama nacional, la Oliva de Salteras.

La noche hizo el resto. Un recorrido elaborado en su justa medida como entorno a una procesión que difícilmente volverá a repetirse a corto plazo. Por el siguiente itinerario; Rioja, Velázquez, O´Donnell, Campana, Sierpes, Cerrajería, Cuna, Plaza de Salvador, Manuel Cortina, Francisco Bruna, Granada, Plaza Nueva, Méndez Núñez, Plaza Magdalena y Rioja, discurrió la procesión entrando pasadas las 23.30 horas.

Montañés cumplió su cometido. Llegar a Dios a través del arte y la belleza. El Santo Ángel y la cuidad están de enhorabuena.