San José abrió el periodo de Glorias en la ciudad con una procesión que fue de menos a más



La Hermandad de San José completó un nuevo 1 de mayo, este con el especial aditamento de centrarse en el año que la hermandad celebra el 225 aniversario de la Esclavitud. Por ello todo fue un poco distinto, pero manteniendo la esencia, que en años anteriores.

Las puertas de la Iglesia Mayor Parroquial se abrían minutos después de las siete de la tarde para dar paso a un cortejo -precedido por los sones de la Agrupación Musical Virgen de las Lágrimas- bastante más amplio que el que habitualmente antecede al Santo Patrón isleño. Las puertas las abrió el pregonero de las Glorias de este año, Luis de Celis Sirviente.

El cortejo lo conformaban gran parte de las hermandades y asociaciones de la ciudad -salvo algunas ausencias-, así como representación civil -encabezada por el alcalde de la ciudad José Loaiza- y militar -en la persona del Almirante del Arsenal de la Carraca- y una representación de la Academia de San Romualdo.

Este cortejo se encaminaba por la calle Real mientras el paso de San José comenzaba a moverse en su iglesia. Este año, con el estreno de Juan Carlos Peña como capataz, las marchas de salidas se tiñeron de aires macarenos quizás como guiño al Año Jubilar que vive la cofradía sevillana.

Calle Real con algo menos público que en años anteriores -pasa cuando las temperaturas son altas a esta hora de la tarde- y la salida hacia la calle Las Cortes en la que la cuadrilla de hermanos cargadores hizo de una sola trepá.

Al pasar por el Ayuntamiento -exornado para la ocasión- el cortejo continuó hasta la intersección de General Valdés con Losada para desembocar en Real de nuevo junto a la capilla de la Estrella. Aquí el paso se volvió ante la presencia de una representación de la Hermandad de Cristo Rey, y sonó “Estrella Sublime”, todo un clásico.

Después de este giro volver a Real para encontrarse con la calle San José. Aquí se descubrió -al principio de esta calle- una placa conmemorativa de la efemérides celebrada. La calle que lleva el nombre del Patrón de La Isla fue de nuevo un punto perfecto para ver la procesión. Marchas, petaladas y la llegada a la plaza es siempre una apuesta segura para ver esta hermandad en la calle. Mucho más público que fue incrementándose a medida que pasaban las horas.

En la plaza de San José además de las ancianas de la residencia del mismo nombre esperaban, a ambos lados del recorrido, las banderas de cada una de las hermandades, que se despidieron aquí tras el momento en el que los hermanos de San José entraron en el interior de la capilla de los Desamparados para hacer el rezo de la Estación menor ante el Santísimo. Aquí levantá del hermano mayor de la cofradía del Viernes Santo para proseguir el camino.

San José entraba ya en su barrio. Las marchas a cargo de la Banda de Nuestra Señora de las Nieves de Olivares seguían sonando. Cornetería mezclada con marchas clásicas o nuevas incorporaciones como “Madrugá Macarena” que sonó cuando el Santo Patrón abandonaba la calle San Cirstóbal.

Desde aquí hasta la calle Jorge Juan otro momento central del transitar de esta hermandad por las calles de La Isla. Petaladas, marchas como “Rocío” o “A ti Manué” y los ya tradicionales versos de Santiago Muñoz Romero a San José desde su casa.

La subida de la calle San Vicente también fue de una sola trepá, fuerza de una cuadrilla que dio todo desde el primer minuto hasta el último, que llegó con el paso de San José por el callejón Capataz Nicolás Carrillo y en el que sonó la marcha “Amarguras” como homenaje a la Hermandad de los Afligidos, la cual representada por su Hermano Mayor hizo sonar el llamador antes de levantar el paso del Patrón isleño.

La recogida quedó marcada tras el Himno con los compases de la marcha “Margot” ya en el interior del primer templo parroquial y que concluyó con las cuatro patas del paso de San José sobre el mármol de esta iglesia.

Un 1 de mayo que fue de menos a más en el público, que ganó cuando dejó de ser procesión protocolaria y se convirtió en lo que es y sigue siendo, una hermandad de gloria por las calles de una Isla que cada vez sale más a visitar a su Patrón. (ISLAPASIÓN).

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