Luz de Domingo de Ramos para el traslado de la Paz a la Catedral para su Coronación
Hacía calor a eso de las cinco de la tarde en El Porvenir. Había revuelo en San Sebastián como si de un Domingo de Ramos se tratara. No estaban, eso sí, las flores violetas en los árboles del amorde la calle Río de la Plata. Es otoño, no primavera. Aunque, cuando las puertas del templo se abrieron y salió la primera cruz de guía de la Semana Santa, ese contraluz que cada año ofrece el sol al colarse hasta el interior de la iglesia se empeñaba en decir lo contrario. La hermandad se iba para la Catedral por el camino de siempre, atravesando el Parque para llegar al Centro.
La dolorosa del Porvenir se movía ya en el interior y se situaba en el dintel. Allí, Ernesto Sanguino, que se estrenaba como capataz, ofrecía la levantá por la Virgen, que se puso en la calle en una salida limpia y precisa, desbordando de emociones al barrio, engalanado para la ocasión. Se arrió el paso y, desde el balcón de la casa hermandad, Manuel Cuevas hizo brotar las lágrimas a todos los hermanos con un fandango dedicado a la «blanca rosa coronada».
Sanguino tocó el martillo para poner al palio en la calle a los sones de «Virgen de la Paz». Todo era igual que un Domingo de Ramos, pero a la vez distinto: la luz, el olor, los colores…
Lucía la Virgen la nueva diadema realizada en plata por los Hermanos Delgado. Quien se acercara al palio podía impregnarse del olor a nardos y gladiolos, y del calor sofocante que lo rodeaba entre la bulla y el vaho que salía de los respiraderos.
Seguía de frente por Río de la Plata la dolorosa y llegaba a la esquina con Brasil y, como cada Semana Santa, sonaba «Rocío» en una vuelta suave y medida, saliendo andando con elegancia con los compases del flautín. No ha perdido su sello la Virgen de la Paz con Sanguino, que sigue laescuela de la familia Santiago aunque, eso sí, dándole un poco más de brío a la mecida. «Vamos a acordarnos de Lucía, la niña de nuestro compañero que está en el hospital», le decía el capataz a la cuadrilla. «Siempre al son». Desde abajo, un costalero respondía: «Qué ganas tenía el son de verla a Ella».
Primer relevo en la calle Brasil. Entraba una cuadrilla del Señor, que estrenó la marcha«Coronación de la Paz», de David Hurtado, cuyo trío es una delicia, más aún si se observa con el palio yéndose y la luz de la tarde colándose por la malla del techo de palio.
A eso de las siete entraba la Virgen en el Parque, donde había mucho más público que un Domingo de Ramos. El paso por la Plaza de España fue sublime, ya casi al ocaso y la candelería encendida. Continuaba por Palos de la Frontera y la Puerta de Jerez. Ya de noche, el palio pasaba por la sede del Consejo (a las 21:15) y bordeaba la muralla del Alcázar en un efecto único de la plata del palio y el dorado de la piedra iluminada. Ya en la Plaza del Triunfo ocurrió otro momento para el recuerdo. Tras sonar «Mi Amargura» en una vuelta cadenciosa que levantó los aplausos, a la altura de la Casa de la Provincia, la agrupación musical de San Benito le tocó la marcha «Nuestro Padre Jesús de la Victoria».
Minutos las once, y tras dar un giro de 360 grados para despedirse en la Plaza Virgen de los Reyes, la Virgen entraba por la Puerta de Palos al son de las campanas de la Giralda y con la música que le compuso Pedro Morales. Llegaba a la que será su casa durante una semana. Allí celebrará un besamanos, un triduo y, el sábado, será coronada en una celebración histórica, antes de iniciar la procesión de regreso.