El Cristo de la Púrpura nueva imagen para la sevillana Hermandad de las Cigarreras
Una recuperación histórica que se ha hecho realidad gracias a la donación de un grupo de hermanos y que pueden ver hasta el próximo día 7 de diciembre inclusive, en el Ayuntamiento de Sevilla.
Esta exposición «Cristo de la Púrpura, recuperación de una advocación pérdida», está dividida en dos salas, la capitular baja donde se encuentra esta imagen y el Apeadero, con paneles explicativos que cuenta los antecedentes de esta advocación en la hermandad junto a cuatro ángeles de Pedro Roldán, que pertenecieron al paso de esta advocación en siglos atrás.
Se pretende que el Cristo reciba culto en la antigua capilla de la Fábrica de Tabacos, sede de la hermandad de Las Cigarreras, situada en el barrio de Los Remedios, una vez que la Autoridad Eclesiástica apruebe su bendición.
Área, Miguel Bazaga; el delegado del Jueves Santo, José Carretero; el hermano mayor de Los Negritos, Felipe Guerra; el autor del Cristo, José Antonio Navarro Arteaga; el bordador, Jesús Rosado; el hermano mayor de Las Cigarreras, Claudio Espejo, acompañado de la junta de gobierno y varios hermanos de la corporación.
José Antonio Navarro Arteaga durante su intervención, quiso dedicar la obra a su mujer, ya que sin ella no hubiese sido posible ejecutarla. Quiso recalcar que aunque las imágenes sean de madera, se hacen para transmitir y rezar, «a mi me ha tocado, de una forma muy directa, el realizar una imagen que simplemente al verla nos de la necesidad imperiosa de rezar. Las imágenes no tendrían sentido sino tuviera ese cometido, no sólo es escultura, que también es arte, pero la imaginería cumple una función que va mucho más allá y es el poder contemplar la imagen del Dios vivo. Para mí no tendría ningún valor que mi imagen no emocionara».
Una nueva obra para Sevilla de José Antonio Navarro Arteaga que ha ejecutado en madera de cedro policromada y que cuenta con los mejores esquemas del barroco. Esta talla representa el momento después del misterio de la Columna y Azotes de Nuestro Señor Jesucristo para recoger la túnica de la flagelación, con una inspiración neobarroca.
Aquí, el Señor está arrodillado ante una de sus piernas, la derecha, y el izquierdo lo apoya a la columna, a la que el Señor se abraza como ocurre de forma simbólica en otras representaciones a la Cruz. Por otro lado, con la mano derecha, recoge la túnica de color púrpura, asociada con la realeza y el clero, mientras que un hilo de plata le rodea el cuello, dirigiéndose a la columna y a la mano en la que se apoya.
Asimismo, el Cristo combina el dramatismo producido por el castigo al que ha sido sometido y la espiritualidad que desprende. Podría considerarse una obra atrevida por lo que representa, por poder admirarse al completo la cadera derecha por su amplia desnudez que tan sólo lo cubre por un sudario.
Durante más de 250 años fue cotitular de esta hermandad. Hay constancia documental en torno a 1650, es decir, al siglo XVII, de esta imagen. Salió a la calle, ya que en 1664 se procedió a encargar un segundo paso al escultor Pedro de Borja y al ensamblador Pedro Camacho. Dos años más tarde, Pedro Roldán concluyó el trabajo agregando ocho nuevos ángeles, donde cuatro de ellos pueden ver en la exposición.
A finales del XVII, en 1696, se acabó con el proceso del dorado. Casi un siglo después, entre 1772 y 1773 se procedió a una profunda restauración de las andas. Durante el siglo XVIII, el extinto Cristo de la Púrpura salía en procesión en la tarde del Jueves Santo hasta 1807.
El antiguo Cristo de la Púrpura, actualmente en paradero desconocido, dejó de salir a mediados del siglo XIX. Según el historiador del Arte José Cesáreo López Plasencia, la escultura, «posiblemente debido a su precario estado de conservación, fue retirada del culto, recorriendo por última vez las calles de la capital hispalense en la Semana Mayor de 1874, año en que la cofradía residía en la iglesia conventual de Nuestra Señora de Consolación (Los Terceros)».
A principios del siglo XX, en 1904, le perdieron la pista, cuatro años después de haber sido entregado a Emilio Pizarro, al que se le puso la condición de que tallase a la imagen de San Juan Evangelista. Puede ser aunque no con certeza, que el Cristo fuese restaurado o transformado por otra advocación.