El Cristo de las Tres Caídas de Triana regresó a su Capilla tras los cultos en Santa Ana
La mañana amaneció gris. Sin embargo, las nubes se marcharon cuando las manecillas del reloj se acercaban a las doce de la mañana. A esa hora, se abrieron las puertas de la parroquia de Santa Ana que dan a la plazuela para que se iniciara el traslado del Señor de las Tres Caídas a la capilla de los Marineros tras haberse celebrado sus cultos. Se trataba de una novedad porque la junta de gobierno ha acordado que la vuelta de los titulares desde Santa Ana va a ser por la mañana y en día festivo este año. Anteriormente, se volvía en lunes por la noche después de la semana de cultos. Las cornetas y los tambores de la banda de San Juan Evangelista aparecieron por la calle Bernardo Guerra con sones de ordinario anunciando la inminente salida del Cristo.
El itinerario que iba a realizar la imagen estaba repleto de personas media hora antes de la salida del titular de la Esperanza de Triana. Se cantó el ‘Padre Nuestro Caído’ en el interior de la parroquia antes de salir y volvían las sensaciones que recordaban a Semana Santa: los niños subidos a los hombros de sus padres, los hermanos con los cirios en el cortejo, la bulla delante de las andas o los móviles por encima de las cabezas para recoger alguna instantánea.
Sonó ‘Cristo del Amor’ en la primera chicotá y se sucedían los aplausos de las personas que se habían acercado a ver al Señor cuando se arriaban las andas. La banda no paró de sonar en ningún momento del traslado con un repertorio clásico y muy elegante. Cuando se escuchó la marcha ‘Bulería en San Román’, los hermanos llevaron al Cristo a compás y aparecieron los oles entre el público. La imagen apareció en la esquina de Párroco don Eugenio con Pureza y la muchedumbre llegaba al cruce con la calle Duarte y se perdía por Pureza. No cabía un alfiler en la antigua calle Larga de Triana.
Los vecinos se agolpaban en los balcones y ventanas y calles como Torrijos estaban atestadas de familias, parejas, personas mayores y niños que no se querían perder uno de los actos más multitudinarios de las cofradías de Triana, dos días antes del Miércoles de Ceniza. La gente buscaba un hueco detrás de las andas y delante de la banda, intentando sortear a los que llevaban un buen rato esperando y a los coches. Cercano ya el Señor a la puerta de la capilla de los Marineros, una hora después de la salida, el sol resplandecía y se reflejaba en el rostro de la imagen, justo antes de despedirse de las calles de las calles del arrabal hasta la Madrugada del Viernes Santo.