Lo decía el Obispo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, durante el solemne Pontifical que abrió la jornada del Corpus Christi en la capital gaditana a primera hora de la mañana. «Es necesario que los cristianos manifestemos en público nuestra fe». Esa era precisamente la apuesta del Cabildo Catedral para esta edición con un cortejo que, a priori, contaba con un enorme atractivo. Una gran representación de las cofradías, el regreso de los patronos al cortejo y una conmemoración de gran importancia para la ciudad como el 150 aniversario de la Virgen del Rosario.
Sin embargo, el Obispo no contaba con un invitado de excepción, el sol, que en esta ocasión se excedió más de lo deseado y restó afluencia de público. La ola de calor que sufre la capital gaditana desde hace algunos días y el viento de levante marcaron desde primera hora la fiesta en las calles del casco histórico. De hecho, las fuertes rachas de viento que soplaron durante la noche impidieron ver en todo su esplendor los coloridos toldos diseñados por el artista José Alberto López que habían sido instalados en la Plaza de San Juan de Dios para la ocasión. Los operarios municipales tuvieron que retirarlos durante la noche y no fueron testigos del ansiado paso de la Custodia.
El calor también restó afluencia de público de las calles y muchos fueron los claros a lo largo del recorrido. Ni siquiera la salida de la Custodia de la Catedral contó con gran expectación. Apenas unas filas de público dieron la bienvenida a Jesús Sacramentado en su espectacular Custodia de Plata y muchos de ellos lo hicieron desde la distancia, refugiados en las escasas zonas de sombra de la Plaza de la Catedral para soportar las elevadas temperaturas que se registraban desde primera hora.
Además, la doble salida de la procesión también deslució este momento, ya que muchas personas prefirieron ver salir el cortejo desde la calle Compañía. Precisamente, desde allí salieron los niños que han recibido este año su Primera Comunión y que abrieron un desfile que destacó también por la gran representación que brindaron las diferentes cofradías de la ciudad.
Una de las imágenes de la jornada fue también la imagen en parihuela de los patronos de Cádiz, San Servando y San Germán, que regresaban a este desfile varias décadas después. En total, 24 han sido los años que ha tardado el público gaditano en volver a revivir una estampa que trasladaba a otra época y que simbolizaba la comunión entre la ciudad y la Iglesia.
La Virgen del Rosario fue también una de las grandes protagonistas de la jornada, ya que celebraba en esta ocasión su 150 aniversario, una efeméride que no se festeja todos los años. Por ello, el obispo quiso rendir su particular homenaje a la Patrona de Cádiz. «Pidamos a la Virgen en su aniversario, que fue quien dio su carne a Jesús, comprender, como ella, de qué forma es ese Jesús que es vida y nos da vida a través de la Eucaristía», aseguró durante el Pontifical. Por ello, el paso procesionó en todo su esplendor. La talla lució como siempre el terno del Cincuentenario que estrenó en el año 1997, así como la corona de su coronación canónica que se produjo en el año 1947.
Además, en previsión de la próxima imposición de la Medalla de Oro de la ciudad que ya se la ha concedido a la Virgen, la medalla de alcaldesa que normalmente lleva en su hombro izquierdo, la portaba en su mano el ángel que va junto a la vara de alcaldesa.
Exornada con flores en tonos rosáceos, con el paso elegante de la cuadrilla dirigida una vez más por Juan Pidre Alonso que cumple 25 años al frente de la Patrona, y con el magnífico acompañamiento de la banda de música Maestro Dueñas de El Puerto de Santa María, el paso acaparó los vítores y los elogios de quienes se congregaron a lo largo de todo el recorrido. Muy emotivo fue el paso de las imágenes por cada uno de los altares instalados durante el recorrido. En esta ocasión, solo fueron seis los que lucieron para la ocasión: Santa Caridad en la iglesia de San Juan de Dios, Medinaceli en Candelaria, Cena y Cigarreras en Nueva y Humildad y la Pastora de Trille en San Agustín. Muy notable fue la ausencia del altar del Perdón, a consecuencia del Comisariado que rige la hermandad en la actualidad.
Poco después de las 13 horas y tras casi tres agotadoras horas, las puertas de la Catedral marcaban el fin de una festividad cuyo significado volvió a recordar con estas palabras el obispo diocesano: «El esplendor del Corpus debe ser el esplendor de la adoración, el brillo de la caridad y del amor fraterno, la entrega y el servicio, la solidaridad con los pobres y afligidos, la fiesta de la comunión eclesial, de la reconciliación, la donación gratuita de lo que somos hacia los que nos necesitan».