Con la Virgen de los Desamparados continúa el periodo de glorias en Cádiz
Cualquier salida procesional de una hermandad, ya sea de penitencia o de gloria, siempre encierra momentos especiales y de verdadera emoción. Si a todo esto le añadimos que ese instante no se repetirá desde tu sede canónica el año que viene, la intensidad aumenta considerablemente.
Eso era lo que se palpaba en las inmediaciones de la parroquia Castrense del Santo Ángel Custodio. Las obras que se iniciarán en el templo militar, cuyo comienzo está previsto en principio para el próximo mes de junio, obligan a la corporación de gloria a buscar otra ubicación. Por tanto, esa procesión, una de las que tiene mayor sabor cofrade en este tan mariano, partirá en 2017 de otro enclave.
A las siete de la tarde se abrían las puertas de la iglesia para dar paso a los guiones representativos de las cofradías radicadas canónicamente en la iglesia, Expiración, Santo Ángel y la propia hermandad de los Desamparados. Cortejo numeroso y con una indumentaria muy acorde para el momento. El sol, felizmente, volvía a acompañar después de una semana realmente lluviosa. En la presidencia se situaba el hermano mayor, Diego González, al que antecedían sus homólogos en Expiración y Santo Ángel, Manuel Fernández y Agustín Marchante.
En diez minutos se iniciaba la siempre complicaba maniobra de salida debido a la ráfaga que remata a la imagen de gloria, que estrenaba el pollero, y que pasa ajustadamente por el dintel. Tras superar brillantemente la adversidad, la Virgen iniciaba su caminar con los sones de Madre de los Desamparados, la marcha compuesta en su nombre e interpretada por la Banda de Música Gailín de Puerto Serrano. En la formación dirigida por José Manuel García Pulido algunos rostros conocidos como los máximos responsables de la Filarmónica de Conil y la Banda de Música de Maestro Dueñas, Francisco Javier Valle y Javier Alonso, respectivamente.
El recorrido volvió a evidenciar ese sabor que siempre envuelve a esta procesión de gloria. Entre los momentos más destacados los vividos en la calle Benjumeda y en Soledad con la petalada que volvió a simbolizar la pleitesía y devoción que despierta la talla en la feligresía. Objetivo más que cumplido. Ahora toca a esperar al futuro donde el obispado va a jugar un papel primordial en el devenir inmediato de la querida corporación. Al margen de lo que pueda dictaminar la autoridad eclesiástica, la hermandad afronta el futuro con optimismo y embarcada en un interesante proyecto que pronto se dará a conocer.